Por: Jorge Mejía Martínez

Primero es lo primero. La Operación Camaleón demostró que los logros de la Operación Jaque no fueron circunstanciales. Operativamente contamos con uno de los mejores Ejércitos del mundo. Resultado del liderazgo del Presidente Uribe y del compromiso de la cúpula de la fuerza pública. Los Comandantes Padilla, González y Naranjo, transpiran seriedad. Conmovedora la actitud del Jefe de la Policía Nacional ante el retorno de Mendieta convertido en su superior. Bienvenidos oficiales de la Policía y el Ejército a la libertad. Ese es el Ejército que queremos en Colombia, sin la mancha negra de los falsos positivos. Alfonso Cano debiera ahorrarse más humillaciones liberando YA a los secuestrados, sin condiciones. De lo contrario acrecentará un mayor desprecio por parte de la gran mayoría de los colombianos. El secuestro y la coca enterraron a las Farc. Volvamos a aterrizar. Esta semana no terminará sin que hayamos elegido al nuevo Presidente de la República. Los resultados del 30 de mayo dejaron poco espacio para la incertidumbre. Para muchos, la discusión se centra en tratar de adivinar la brecha en votos entre el primero y el segundo de los candidatos. Al bajar la tensión, cayó el interés en el debate de programas. Lo que no quiere decir que las profundas diferencias estén borradas, al contrario, están más acentuadas. Las opciones para el domingo son muy claras: la abstención, recurso facilista  porque no es una salida activa o propositiva. Es montarse sobre la tradicional inercia. El voto en blanco,  cuando es minoría y hay polarización entre dos aspirantes, no hace más que ayudarle al que se supone va a ganar. Le suma a uno y le quita al otro. No hay más remedio que escoger entre Santos y Mockus.

Me ha sorprendido la campaña de Juan Manuel Santos. Siendo un candidato de continuidad ha buscado la diferenciación de Uribe en su llamado a la unidad nacional y el énfasis en el empleo. La duda estriba en si son posturas simplemente electorales, cazaderas de votos. Basta ver el cómo y con quienes. Santos formula un listado de propósitos -como los inconclusos cien puntos de Uribe- sin soportes creíbles en cuanto a los recursos disponibles dadas las inmensas  dificultades de la economía interna y externa; Santos prefiere cerrar los ojos para no ver la precaria herencia que recibirá. Hay mucho de ofrecer ríos de miel y leche. El problema grave es con quienes va a jalonar su programa de gobierno. Santos no ha rechazado hasta ahora ningún apoyo político. Ni siquiera el de El PIN, metido en su campaña. Todos han sido bienvenidos: políticos decentes e indecentes, con escrúpulos o sin ellos. Con esa fauna tan diversa no habrá más que recurrir a la inveterada transacción de favores públicos a cambio de respaldos personales. Más clientelismo y más politiquería. No de otra manera podrá Santos construir  gobernabilidad ante la avalancha de apoyos ofrecidos con desespero por las ansias de poder.

Mockus es un hombre de conceptos profundos, pero ingenuo. Tener convicciones en un medio donde todo importa y vale, es de valientes. Nos acostumbramos a bailar al son que nos toquen. La coherencia de un gobernante de Colombia es necesaria para superar deformaciones tan arraigadas y caracterizadas como la parapolitica, yidispolitica, las chuzadas del DAS, Agro Ingreso Seguro, falsos positivos, corrupción y otros abusos de poder. Mockus tiene la autoridad para hacerle frente a esta podredumbre. Se equivoca en su visión no exenta de fundamentalismo del quehacer político y en su débil priorización de lo social en su programa con excepción del tema educativo. Pero frente a lo que se considera fundamental hoy, despierta confianza: acorralar la inefable corrupción para avanzar hacia la equidad. Luchar contra la pobreza y el desempleo, dejando intactas las estructuras y prácticas corruptas, clientelares y politiqueras, no será posible. Sueño vano. El candidato verde despierta más esperanza, sin triunfalismos.