Por: Eugenio Prieto Soto
Durante la década de los años ochenta, Medellín construyó su relato enfrentando una violencia marcada por el narcotráfico, la ilegalidad, el dolor y la muerte, en una crisis generalizada de convivencia y gobernabilidad. Los ciudadanos habíamos perdido no sólo la posibilidad de soñar, sino también el espacio colectivo y la oportunidad de disfrutar la ciudad, amedrentados por la delincuencia, ataques terroristas con asesinos a sueldo, secuestros y bombas urbanas, que nos negaron la vida pública.
En respuesta, la ciudad fue capaz de desatar procesos de movilización social que se constituyeron en génesis de la construcción colectiva de una nueva visión de desarrollo, conduciendo a políticas y procesos estratégicos que propiciaron las principales transformaciones y avances de esta ciudad y de su gente. A lo largo de la grave dinámica de degradación y guerra urbana vivida, gradualmente se dieron programas de fortalecimiento de las bases comunitarias y populares, acompañados de la depuración y transformación de las instituciones policivas y de justicia y de políticas para perseguir abiertamente la ilegalidad y la delincuencia organizada. La magnitud de la crisis se convirtió entonces, en nuestra oportunidad.
En un contexto como este, a lo largo de la década de los años noventa, se desarrolló un diálogo colectivo sin precedentes hasta entonces, que derivó en la conformación de un gran acuerdo político ciudadano, en el que líderes comunitarios y organizaciones sociales con un buen grado de respaldo social y amplia representatividad, construyeron un camino que sin duda, ha sido expresión extraordinaria de resiliencia y base firme del proceso político y social reciente.
Hitos concebidos durante las décadas 80s y 90s como la Consejería Presidencial para Medellín y su estrategia de foros “Alternativas de futuro para Medellín”, entre 1990 y 1994, y posteriormente entre 1995 y 1997 el Plan Estratégico de Medellín y el Área Metropolitana 2015, entre otros, lograron que mediante diálogos, acuerdos y procesos planificadores de largo plazo, se enfrentara esa realidad que vivían la ciudad y la metrópoli y se forjaran acuerdos ciudadanos que serían definitivos en los años siguientes.
La experiencia con la Consejería Presidencial para Medellín y Antioquia, forjó una generación de líderes ciudadanos que entendió mejor el contexto y asumió el reto de trabajar por un futuro corresponsable entre todos, que derivó en acción política, movimientos sociales, nuevas instituciones y liderazgos, y en general, en una sociedad más cohesionada.
Este proceso, ampliamente participativo e incluyente, trabajado desde el interior de las comunidades y las bases sociales, fue fundamento firme de un acuerdo, una convergencia ciudadana por un proyecto común y amplio de ciudad (Ver Medellín, Crisis y perspectivas, Jorge Orlando Melo Intervención del Ex Consejero presidencial para Medellín en el Seminario Alternativas de Futuro, septiembre de 1994 http://www.jorgeorlandomelo.com/medellincrisis.htm ).
El Plan Estratégico de Medellín y el Área Metropolitana 2015 -debemos convocar el diálogo para el nuevo-, se convirtió en punto de partida para la política territorial y el modelo de ciudad, que derivó en una agenda ciudadana de continuidad y coherencia, con capacidad transformadora de Medellín a lo largo de varios períodos de gobierno. Le dio continuidad a la ruta de la Consejería y permitió avanzar y fortalecer las apuestas de una sociedad, que a través de su profunda crisis, desplegó un fuerte desarrollo hacia una ciudadanía activa, con alto sentido político y democrático.
Educación, cultura, organización comunitaria, fortalecimiento del sistema municipal de planeación, consolidación de esquemas de corresponsabilidad comunitaria, surgimiento de organizaciones políticas cívicas, compromiso con los sectores productivos formales, entre muchas otras cosas, fomentaron el buen gobierno y la sociedad participante.
Recuperar la civilidad y la vida en el espacio urbano para todos, reintegrar los fragmentos sociales y superar la exclusión, ha sido la esencia de la estrategia a seguir. Fortalecer el poder de la gente, su participación deliberativa activa, con mayor inclusión y relación al territorio, con mejor interacción en la planeación, ejecución y control social, es uno de los grandes desafíos para mantener el rumbo.
Si en algo la sociedad de Medellín ha avanzado en las últimas décadas, es en la innovación desde su gente, es en su trabajo por reconquistar la vida pública para sus ciudadanos, mediante cohesión y emprendimientos colectivos diversos, que avanzan en la construcción de buen gobierno y ciudadanía políticamente civilizada, en busca de una inclusión social, aún incompleta.