Balmore González

Por: Balmore González Mira

Escribí hace algunos días una preocupación  que nos viene asistiendo con relación al papel de las universidades en los concursos de méritos donde han sido protagónicas, especialmente con gerentes de hospitales y personeros municipales. Se puede leer en este mismo medio con el título “CONCURSOS DE MÉRITOS, CON POCOS MÉRITOS” en dos entregas del 2 y 8 de octubre de 2017.  Allí denunciamos lo que se volvió voz populi con el tráfico de cuestionarios de exámenes y calificaciones por parte de las universidades que fueron inferiores a ese reto y que en nada contribuyeron a sanear el tema de la corrupción en el estado para acceder a cargos públicos por meritocracia.

Acaba de aprobar el Congreso de Colombia el mecanismo para la designación de uno de los funcionarios más importantes en materia de control, como lo es el Contralor General de la República, quien digamos de paso es quien debe ejercer libremente el control fiscal en todo el territorio nacional. Uno de los filtros que deberán pasar quienes se postulen, es el tema de la evaluación de las universidades certificadas para tal propósito. Queremos creer que ese paso sería de toda la importancia para la transparencia del proceso, pero volvemos a llenarnos de incertidumbre pues esta no será la forma que elimine las intrigas, preferencias y subjetividad de los evaluadores sino se hace en la forma objetiva y diáfana que el nuevo país espera.

Esa tarea de escoger luego, entre los 20 seleccionados por las universidades, corresponderá al nuevo Congreso que deberá comenzar su ejercicio demostrando que no se requiere una Consulta Anticorrupción  insulsa y costosa que acaba de aprobarse y que deberá elegir al más probo y capaz para ejercer el cargo. A un Congreso que arrastra el lastre de la que históricamente ha sido catalogada como la institución más desacreditada del país, no le queda bien debutar con la elección de un reconocido politiquero en ese cargo, que se supone no debe pasar el filtro de la academia. Los colombianos que elegimos a Duque y que también votamos por buenos y nuevos congresistas tenemos la esperanza de que ahora comenzará un nuevo país, un nuevo Congreso y un nuevo ejercicio de la política en esta nueva generación que será la que nos salve de un nuevo susto en las urnas en 2022, en la certeza que como dice el viejo adagio de que  “En el desayuno se sabe lo que va a ser el almuerzo”, desde el mismo discurso el día de las elecciones el presidente electo de todos los colombianos ha dado una demostración de humildad,  serenidad, seriedad y buen trato para todos los gobernados.