Balmore González Mira

Por: Balmore González Mira

Dicen los que saben que para ganar una guerra, se requiere ganar muchas batallas.

Al leer este titular me tratarán de guerrerista, pero luego de lo vivido electoralmente, no hay posibilidad de calificar de otra forma lo que acaba de concluir.  Después de duras contiendas,  de  explosivos discursos; de ataques verbales, de falsas noticias, de desinformaciones en redes, de agravios y trapisondas, de injurias y calumnias y de perversas estrategias,  podemos decir que Iván Duque ha ganado la gran guerra  presidencial con la mayor votación en la historia del país, lo cual le da un mandato claro, transparente y absoluto; pero paradójicamente  le faltan muchas batallas por librar.

La primera gran batalla  es la de sacar de la mente  de cientos de colombianos, el odio que han sembrado en sus mentes, es decir,  la de buscar sensatez en quienes han perdido en las urnas para formar un gobierno de unidad, para empezar a recorrer el verdadero camino de la paz que muchos, a través de sus palabras ofensivas reclaman, pero que con sus declaraciones son más violentos que quienes supuestamente no quieren la paz.

La segunda gran batalla que le espera al electo presidente es la lucha contra la corrupción, contra el clientelelismo,  contra la falta de credibilidad en la justicia y contra la falta misma de justicia. Necesitamos una justicia moderna, ágil, incorruptible, y sobre todo, una justicia justa.  La lucha contra la falta de credibilidad en las instituciones, en lo cual jugará un papel determinante el Congreso de la República que tendrá también unos retos históricos inmensos de transformarse  y que deberá moldear su accionar y dedicarse a sus propias tareas, sin torpedear el papel del Ejecutivo y sólo avanzar a cambio de prebendas, como hasta ahora lo venia haciendo, es otra gran batalla por librar. La otra batalla de nuestro presidente desde ahora es devolverle la esperanza al país, la esperanza de que habrá un mejor sistema de salud, con oportunidad y pertinencia; eficaz, eficiente y oportuno y sobre todo con sentimiento humano.  La esperanza de que mejorarán los servicios educativos donde haya más facilidad y menos costos de acceso a toda la educación es otro reto; la esperanza de que el desarrollo y el crecimiento económico nos llevarán a mejores niveles de vida, donde haya equidad y justicia social. La otra gran batalla será la de la lucha contra la inseguridad, la delincuencia y el crimen. La seguridad no es violencia. La seguridad es autoridad. La inseguridad no es paz. La paz si es seguridad. Es decir sin seguridad no hay paz.

El presidente debe fijar su agenda y no dejar que se la marquen los perdedores, mantenerse firme y rodeado por su partido y por quienes lo acompañaron. Ser leal a sus principios y a los postulados del uribismo y mantener la gratitud con Álvaro Uribe, su gran mentor y elector. No puede caer en el deseo de quienes odian a Uribe y alejarse de él, por el contrario debe mantener su cercanía y estar escuchando sus sabios consejos de estadista, el ganador gobierna con sus amigos y no con quienes derrotó, pues las propuestas que ganaron el favor popular son las que se llevaran al plan de desarrollo que transformará a Colombia en los años venideros. Iván Duque gobernará sin odios, pero con toda la autoridad y potestad que le ha este mandato de los colombianos que aprobaron legítimamente que él fuera el presidente de todo un país al que le vuelve el alma y la esperanza al cuerpo.