Muchos estudios le endilgan a Pablo Escobar la responsabilidad de la creación de la delincuencia juvenil en Colombia. Sociólogos, sicólogos y violentólogos señalan el narcotráfico, patrocinado por el Cartel de Medellín, como el que empezó a incitar a los jóvenes de bajos recursos a participar en actividades delictivas.

Jóvenes y niños, estimulados por la facilidad de acceder al dinero y, por medio de éste, a los productos y servicios ofrecidos por una sociedad de consumo que siempre los excluyó, encontraron en el sicariato, el tráfico y porte de estupefacientes, el hurto agravado, el porte ilegal de armas, las lesiones personales y los homicidios, la gran oportunidad de salir de la pobreza.

Las pandillas, combos o bandas se convirtieron en el hogar de niños y jóvenes dedicados a alterar la seguridad del barrio y de la ciudad, cometiendo actos delictivos y violentos. A Medellín también le reconocen analistas del tema en el País, la triste celebridad de ser la ciudad que fortaleció este tipo de «familia delictiva».

Orfa Nelly Henao -quien como diputada y exdirectora del INPEC en Antioquia y exdirectora de las cárceles el Buen Pastor y El Pedregal fue ponente en el Foro sobre Delincuencia Juvenil desarrollado en la Asamblea de Antioquia- encuentra en dos de las palabras antes enunciadas, la clave para el estudio del fenómeno: «familia» y «oportunidades».

Para la Diputada conservadora, el tema de la familia es fundamental. Afirma que la delincuencia juvenil es responsabilidad, en gran medida, de las carencias afectivas en la familia. La ausencia de los padres hace que se levanten en medio de la soledad, resentidos y sin valores. La falta de control por parte de los padres, lleva a que los jóvenes se salgan de la norma y se enfrenten a la sociedad con rabia y sin respeto por la vida.

Orfa Nelly Henao ve, además, en la falta de oportunidades educativas y laborales el caldo de cultivo para que los jóvenes se sientan atraídos por las facilidades económicas que les brindan las pandillas o combos, donde además de «familia» y reconocimiento, encuentran el acceso al dinero fácil.

«Con el agravante, que quienes inicialmente asisten a la escuela, vuelven a encontrarse con la falta de afecto por parte de educadores, muchos de los cuales no están suficientemente capacitados para orientarlos, lanzándolos al riesgo de que sean convencidos con facilidad por los grupos armados al margen de la ley», agrega la Diputada.

En Colombia, la creación de pandillas es una actividad muy común, con mayor presencia en sectores populares, sin que estén excluidos los jóvenes de estratos altos donde la ausencia de afecto y control también es una realidad.

Orfa Nelly Henao reconoce la responsabilidad de la familia y de la escuela, pero no exime al Estado cuya responsabilidad constitucional es general, impersonal y abstracta, requiriéndolo para que cree y desarrolle políticas públicas de prevención de la delincuencia juvenil.

«No puede tranquilizarse el Estado legislando para la sanción, primero porque la norma en Colombia no permite la sanción penal para los menores y, segundo, porque las condiciones carcelarias nuestras no son resocializadoras. Al contrario, esa es la única ´universidad´ a la que tienen acceso nuestros jóvenes delincuentes: la del crimen», precisa la Diputada.

Orfa Nelly Henao cree que es necesario empezar a cerrar el círculo vicioso: ni en la familia ni en la escuela ni en la cárcel. Sólo cuando hay presencia efectiva de la familia en la orientación de niños y jóvenes, hay esperanzas de reducir la delincuencia juvenil.