Rodrigo Pareja
Algún político o politiquero – según la óptica con la cual se mire – está dedicado en cuerpo y alma en los últimos días a hacer válida esa premisa de los libertinos, quienes jamás se ceñirán a la norma de la fidelidad que obliga en una buena relación.
Ese personajillo y quienes como él creen que en política son válidas todas las formas de lucha, consideran sin ningún reato que se puede seguir siendo liberal, con las prerrogativas (?) que esto pueda representar, y al mismo tiempo recalcitrante uribista, también con las ventajas que esta adhesión en determinado momento le pueda reportar.
Igual que el marido infiel y disoluto, pretende, como se dice coloquialmente, tener pan y pedazo debajo del brazo.
Para saber a cabalidad la reacción sobre esta duplicidad partidista que por primera vez se quiere entronizar en el país, como si su autor fuera un ser super dotado, o a lo mejor provisto también de una inteligencia superior, bastaría con leer las opiniones que sobre él se vierten en los foros de los principales medios de comunicación.
Unos le dicen falsario; otros Judas y traidor; más allá lo tildan de payaso, inepto y oportunista; algunos lo llaman politicucho y politiquero; no lo bajan de tránsfuga, desertor, traidor y desleal, y lo más caritativos le dicen oportunista y puestero.
Inclusive le recuerdan su mala memoria, ya que para la primera reelección de Uribe se opuso de manera radical y fue uno de los principales abanderados de esa oposición.
Ahora quiere dárselas de caudillo y gran mentor del partido liberal, e intenta sacar a esta colectividad, no solo de la postura de oposición que ha asumido contra el Presidente, sino hacerle comulgar porque sí o porque no, con esa entelequia que llaman seguridad democrática.
Como si combatir a los malhechores en todas sus manifestaciones, llámense guerrilla, terrorismo, paramilitarismo, narcotráfico, contrabando o delincuencia común, no fuera la obligación principal de cualquier gobierno, sin depender de cómo se bautice la criatura. Si algunos no la cumplieron a cabalidad en el pasado, no quiere decir que en el futuro cualquier gobernante distinto de Uribe sea incapaz de hacerlo, pues lo único que se requiere es voluntad, firmeza y decisión política, algo que nadie le puede negar al actual Presidente, pero que no son, ni mucho menos, cualidades con las que solo a él dotó la Divina Providencia.
Aferrado como hiedra a esas dos palabras que para muchos parecen ser el Ábrete Sésamo que cura todos los males, quiere convertirse en un clon más del actual jefe del Estado y colocarse en la primera fila de sus eventuales sucesores, si es que fracasa la tercera reelección. O tener asegurado un buen puesto en el gabinete o la diplomacia, si es que el nuevo período se concreta.Hago constar que hasta ahora no se ha mencionado en este escrito a Rodrigo Rivera.