El presidente Gustavo Petro llegó a Medellín este sábado, 21 de junio de 2025, con su comitiva ministerial y el respaldo de congresistas del Pacto Histórico, para presidir el evento denominado “Un pacto por la Paz Urbana de Medellín”. Sin embargo, un acto que pudo haber marcado un hito político a favor del Gobierno nacional -no obstante la reacción prejuiciosa, subjetiva y altanera de algunos miembros de la Oposición, augurando un rotundo fracaso en la convocatoria-, se convirtió en un hecho objetivo y arrogante que volvió a extremar posiciones en la política local y nacional.
Lo que pudo haber sido un acto simbólico a favor de la paz anhelada por todos los colombianos –a pesar de que desde el plebiscito de 2016 quedó demostrado que la mayoría de los colombianos “No” quiere una paz estable y duradera-, terminó convertido en un gesto altamente polémico, provocativo y desconcertante, porque lo hecho por el Presidente superó la imaginación de muchos de los cercanos y de los opuestos… Sin embargo, es bueno precisar que fueron desconcertados quienes no saben o no recuerdan lo sucedido en en el Congreso de la República en julio de 2004.
Este 21 de junio, el presidente Gustavo Petro compartió tarima con nueve jefes de estructuras criminales, con quienes el Gobierno nacional desarrolla un espacio de diálogo socio jurídico en la Cárcel de Mediana Seguridad de Itagüí, con la intención de construir una paz urbana integral con las estructuras criminales de alto impacto del Valle de Aburrá.
Esta decisión no fue bien vista por muchos colombianos -y no sólamente desde la perspectiva de la Oposición-. En la misma corriente ideológica del presidente Gustavo Petro hubo expresiones de rechazo.
El diputado de Antioquia por el Pacto Histórico, Manuel García, se retiró del evento, pues consideró innecesaria y “escandalosa” la “asistencia en tarima de ciertos invitados”, como escribió en sus cuenta de X. “pudo haberse evitado un gran ruido político y ataques de la oposición al presidente Gustavo Petro”, manifestó el Diputado.
Por supuesto, en la Oposición fue radical la crítica: el senador por el Partido Conservador, Nicolás Albeiro Echeverry, afirmó que el presidente Petro vino a Medellín a tratar de legitimar una paz urbana, sin articulación, por encima de todo el mundo, al estilo de un déspota, sin medir las consecuencias que en el futuro este hecho pueda representar.
“Reconozcamos que es necesario visibilizar al interlocutor -no tengo duda-; que existen -menos dudo-; que es importante un diálogo y un proyecto piloto -tampoco puedo cuestionarlo-, pues, la dinámica criminal de nuestro Valle de Aburrá así lo demuestra. Pero de ahí a sacarlos de su confinamiento legal, sentarlos a la mesa principal y darles la palabra… ¡Eso me parece un total despropósito!”, sentenció el Senador antioqueño.
Aunque el presidente Petro sostenga que la paz urbana no se construye ignorando a los violentos, sino sentándolos a la mesa de negociaciones para que se responsabilicen y se comprometan, una tarima pública compartida entre el Estado y los victimarios -sin presencia visible de las víctimas ni de los organismos de justicia- es un hecho confuso y reprochable.

Y retomando la píldora para la memoria, para los que no saben, no recuerdan o el cinismo no les deja recordar convenientemente, los exjefes paramilitares Salvatore Mancuso, Ernesto Báez y Ramón Isaza estuvieron en el Congreso de la República el 28 de julio de 2004: “la cuna de las leyes y el templo de la Democracia” –como dijo Mancuso en su discurso– fue el escenario de un hecho, en ese entonces “sin precedentes” y, como el de ahora “vergonzoso”.
Los tres máximos líderes de las Autodefensas Unidas de Colombia estuvieron en el Congreso legitimando con total arrogancia y cinismo su larga serie de atroces crímenes, su ideología antisubversiva y de ultraderecha, aduciendo la libertad de los colombianos e impulsada por el abandono del Estado. Los discursos fueron aplaudidos por la mayoría de los congresistas que asistieron al recinto. Sobre lo ocurrido, el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez comentó: “Desde que haya buena fe para avanzar en un proceso, no tengo objeción a que se les den estas pruebitas de democracia”.
Queda claro que las tarimas y los shows mediáticos –con la asistencia de un periodismo servil, en medios masivos y tradicionales, y de un periodismo servil, en medios alternativos en redes sociales- no son los que construyen la Paz. Al contrario, enturbian cualquier proceso que pueda ir bien encaminado, como éste de la Paz urbana con los voceros de las estructuras criminales de alto impacto del Valle de Aburrá, presos en la Cárcel de Itagüí.