Karoky
La Universidad, es, o debe ser, ante todo, universal. Eso quiere decir al tiempo: libre, equitativa, abierta, respetuosa e incluyente. Y debe serlo aún más, cuando es pública, es decir, de todos. Por eso, una aparente elección de rector, debe significar muchas cosas diferentes a litigio, si quieren llámenlo proceso, de ejercicio de poder. Sí, hablo de la Universidad de Antioquia, amada para la mayoría, simplemente deseada para algunos, centro de poder para los menos.
No voy a aferrarme a la nostalgia para decir que ese parque del pensamiento que disfrutamos plenamente quienes estudiamos durante tiempos idos, era la ideal y que allí tenemos que volver; no, porque eso es imposible y no es cierto del todo. Lo que quiero decir, es que hoy el alma mater de los antioqueños no puede ser simplemente un botín que gana quien aparentemente pone rector y que ese proceso eleccionario no debe convertirse en una medición de fuerzas políticas o de apetitos burocráticos.
La universidad de Antioquia es ahora mucho de lo que soñamos quienes no tuvimos las oportunidades con las que hoy cuentan las nuevas generaciones de estudiantes que no parecieran darse cuenta de lo que tienen porque su participación es casi nula en la toma de decisiones.Hoy la universidad es investigación y tiene no solamente espacios adecuados sino gente formada y dedicada, pero aún no es la primera en Colombia y todavía hay facultades y programas a los que les resbala el tema; la universidad hoy es extensión, pero a no ser por el esfuerzo aislado y a veces bien coordinado, le falta liderazgo, fuerza y compromiso, quizá porque las cosas se parecen a sus responsables.
La universidad hoy es academia y cuenta con extraordinarios programas en todas las facultades, con doctores y académicos que han cursado también maestrías y especializaciones, pero todavía se desconoce la calidad de docentes probados en el medio simplemente porque les falta un título, en tanto que se mantienen algunos docentes virginales que sin conocimiento ni experiencia ven pasar los años con sus papelitos amarillentos de repeticiones, al tiempo que unos más, se pasean como tales porque han sido llamados por amigos internos sin demostración de méritos o conocimientos.
La universidad de Antioquia es todavía, mucho de lúdica, de arte, de encuentro creativo, de placidez, de armonía con el universo, pero es también un espacio donde el vicio, la prostitución prepaga, la delincuencia común y hasta el terrorismo, han encontrado el escenario para expresar todo lo bajo que el ser humano es capaz de hacer y que siempre estuvo latente de puertas para afuera.
A esa universidad le falta discurso, carece de liderazgos, no cuenta con la participación ideológica de las bases y las luchas que se dan al interior tienen más que ver con el tener, con el poder y muy poco con el ser. Cualquiera creería que los estudiantes de hoy no piensan o les da miedo expresar lo que piensan y por ello se ven como seres vegetativos que solamente reaccionan para graduarse, sin marca, sin esencia y sin pensamiento al estilo del claustro donde estuvieron.
Por eso, elegir rector, no puede ser simplemente un conteo de votos precondicionados y negociados, tiene que ser ante todo, una expresión, una apuesta y una voluntad de conducir al alma mater, por el sendero de la creación de conocimiento, la construcción de pensamiento y la demostración de civilidad.