Los adagios, dichos y refranes populares son sabios por las verdades prácticas que entrañan: “Lo malo de la rosca es no estar en ella”, por ejemplo, es un dicho que nadie puede controvertir, excepto, si el cinismo (“Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”, según la Real Academia Española –RAE-) y la hipocresía (“Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”, según la RAE) dominan el ser y las acciones de quien se niega a reconocer la practicidad, la necesidad, el deseo, el interés, la usanza y la verdad que el dicho encierra.
“Lo malo del poder es no estar en él”: esta es la extensión práctica del adagio de la “rosca” en nuestra sociedad, tradicionalmente marcada por la relación entre política y poder.
Nadie, por cínico e hipócrita que sea, puede negar su interés en hacer parte del poder o estar cerca del poder, para satisfacción de sus propios intereses personales, laborales, profesionales, empresariales, comerciales, culturales y una larga lista de “etcéteras” que marcan la vida de cualquier ser humano y de cualquier organización social.
No obstante lo inevitable del principio del interés general inherente a la política, todos los sectores sociales, políticos y económicos esperan que los gobernantes tomen decisiones que los beneficien y no los afecten. Todos esperan que el presidente Iván Duque en el poder, que el gobernador Aníbal Gaviria en el poder y que el alcalde Daniel Quintero en el poder (al igual que todos los alcaldes en el poder) tomen decisiones responsables, por ejemplo, para enfrentar la pandemia del Covid-19 sin que los afecte.
No obstante lo ineludible del principio del interés general, inherente a la responsabilidad constitucional y legal de quienes fueron elegidos popularmente para acercar la felicidad a todos sus gobernados, existen las asociaciones y agremiaciones que tienen la misión de interceder ante sus gobernantes por los intereses económicos específicos de sus agremiados. Eso han hecho siempre los industriales, los constructores, los cafeteros, los banqueros y, por supuesto, los comerciantes, siendo su intermediación ante los gobernantes que ostentan el poder político y administrativo, una intervención evidentemente política.
En los recientes acontecimientos protagonizados en Antioquia por algunos afiliados a la Federación Nacional de Comerciantes –Fenalco-, los cuales han decidido retirarse del gremio por no sentirse representados o por supuesta politización, se percibe, paradójicamente, que están permitiendo que intereses políticos interfieran con sus intereses gremiales.
Una de dos: se están dejando convertir en “idiotas útiles” por parte de quienes tienen evidentes intereses políticos o están poniendo en práctica el adagio de la “rosca” y están obrando con la “desvergüenza” a que los lleva el cinismo y con el “fingimiento de cualidades” propio de la hipocresía.
Si alguien pensó y habló de política abiertamente, fue Sergio Ignacio Soto, a quien nadie le puede negar su aguerrida e incansable defensa de los intereses económicos del gremio de los comerciantes.
Si a alguien se le ha escuchado hablar de preocupación por las medidas de los gobiernos nacional, departamental y locales para enfrentar la pandemia, por los efectos nefastos en la economía y en el empleo en el sector comercial, particularmente, es al director Regional de Fenalco, Carlos Andrés Pineda, a quien, lamentablemente para él, le tocó dirigir y defender el gremio en uno de los momentos más complicados en la toma de decisiones políticas y administrativas, no sólo para Antioquia y Colombia sino para el mundo.
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¿Estarán por encima, realmente, los intereses gremiales en la pléyade de decisiones contrarias a uno de los más importantes gremios económicos del País o estarán haciendo evidente la existencia, real, del cinismo y la hipocresía dominantes… hasta ahora?
