Carlos Alberto Ballesteros 

El pluralismo y la claridad en las reglas de juego hacen parte de los elementos esenciales de toda democracia. La posición del Presidente Álvaro Uribe constituye un atentado contra estos postulados que debieran orientar nuestro Estado Social de Derecho como lo exige el artículo primero de la Constitución Política.

  La primera reelección presidencial atentó notablemente contra estos principios, pues de una parte mantiene como única alternativa en el país un sólo modelo político, con una persona negando cualquier posibilidad de expresar posiciones diferentes; y de otra, se producen cambios de las normas desde y durante el gobierno, atentando contra el equilibrio de los órganos de poder, regla también de la esencia de la democracia, eso sin profundizar sobre la manera poco ética como se viabilizó jurídicamente el segundo mandato presidencial.

 

 Si esto, que es tan grave es aplicable a la primera reelección, qué no afirmar de una  segunda. Considero que todo demócrata debe rechazar por completo este intento de perpetuarse en el poder, posibilidad que comienza a desvanecerse, pues al parecer, según algunos medios de comunicación el presidente ya desistió de tal opción, pero si esto es así debe decirlo de manera clara y contundente, sin tanto rodeo que lo único que produce es una incertidumbre malsana para el país. 

 

Es evidente que si el presidente desiste no es porque comparta las apreciaciones que acá se señalan, ni por un espíritu demócrata, sino por las dificultades que encuentra desde el punto de vista jurídico y político. Jurídico por cuanto se ha adelantado un trámite de manera errada, con muchos vicios que finalmente dejaría esa decisión en manos de quien tendría la última palabra: la Corte Constitucional. ¿Se imaginan un escenario en el que los uribistas le hayan apostado a la nueva reelección y la Corte, en vísperas de concluir el proceso electoral, declare la inexequibilidad de la norma que lo posibilita? ¿Será que el uribismo y Uribe a la cabeza asumen este riesgo? De todas maneras parece que el juego de Uribe es claro: envía un grupo de adeptos para lanzarse "al ruedo", sin renunciar a la posibilidad de la reelección (no lo ha dicho), con la esperanza de que el camino se aclare para intentar su nueva reelección sacrificando estas opciones; pero, de no esclarecerse el camino se la jugará con la que para él constituya la mejor opción de los uribistas precandidatos.

 

 El tema político tampoco es claro pues debemos partir de la existencia de "pesos pesados" uribistas cuyas aspiraciones se están abriendo como lo evidencia el caso de Vargas Lleras. Frente al ministro de defensa nos preguntamos si aceptará renunciar al Ministerio, poner la cara manifestando su aspiración, para construir toda una campaña electoral y finalmente entregársela a Álvaro Uribe Vélez?  

 

 Y mientras tanto ¿qué debemos hacer los verdaderos demócratas? Pienso que en el caso del POLO, seguir desarrollando nuestro programa político; a corto plazo continuar preparándonos para el Congreso interno del partido donde se aspira se defina el candidato único que ojalá sea CARLOS GAVIRIA DIAZ y en su defecto que se precisen unas claras reglas para la definición del candidato único del partido.  

 

CARLOS GAVIRIA DIAZ o quien sea definido candidato único del POLO, ante la situación económica del país, la incertidumbre que genera un presidente que no define sus aspiraciones, la multiplicidad de aspiraciones de los defensores del modelo de la "seguridad democrática" y teniendo como lo tenemos un programa bien estructurado como lo es el IDEARIO DE UNIDAD, aspiraría con muchas posibilidades a lograr un triunfo sin precedentes.