Por: Jorge Gómez Gallego
Cuando empiezan los meses terminados en “embre”, en nuestro muy sui generis país empieza a oler a natilla y buñuelo, al tiempo abren sus puertas grandes bodegas-almacenes que ofrecen en venta cachivaches decorativos navideños de origen chino. Se decretan el jolgorio navideño y el fin del año de forma anticipada. Por fortuna, este 2013 no va a ser igual a la mayoría de los de las últimas dos décadas. El remate de año se caracteriza por un alza significativa de la movilización social y popular y será recordado como el año del despuntar de la resistencia civil que hemos anhelado por años quienes nos opusimos desde el principio a la globalización neoliberal.
Los meses de febrero y marzo en el primer semestre y los de julio y agosto en el segundo, pasarán a la historia; los primeros, como los del portentoso paro nacional cafetero que puso en jaque al gobierno de Juan Manuel Santos y le arrebató un importante subsidio económico para el precio del café, cercano al billón de pesos. Los segundos como los meses en que se empezaron a ligar los pleitos insulares de sectores diversos en un solo gran pleito nacional, los días en que se empezó a materializar la consigna propalada por Francisco Mosquera a principios de los años noventas del siglo pasado: “Por la soberanía económica, resistencia civil”.
Hasta este segundo semestre, las resistencias populares contra el “libre comercio”, se presentaban muy esporádica y aisladamente. Un día se levantaban los estudiantes, otro los productores de este o aquel sectores, a veces los mineros, ocasionalmente los campesinos, de tarde en tarde obreros de una u otra empresa o rama de la producción y también de forma intermitente los transportadores.
Se ha producido un cambio que no dudo en calificar de estratégico y de salto cualitativo en el estado de ánimo de las masas y las gentes laboriosas. Hemos pasado la horrenda noche del “mal humor pusilánime”, se ha empezado ganar confianza en que “luchar si paga” y además, se han comenzado a entrelazar y a ligar las exigencias específicas de cada sector, para terminar sintetizándose finalmente en una sola: conquistar la soberanía y enterrar profundamente el neoliberalismo.
Han sido muchos pliegos de peticiones distintos y con demandas particulares, pero al final todos convergen en un solo objetivo final verdadero: renegociar los TLC, establecer salvaguardas, preservar el mercado interno, garantizar los derechos ciudadanos por encima de los de los capitales globales y las multinacionales. Casi de manera natural las demandas de los industriales, agricultores, obreros, campesinos, indígenas, estudiantes y capas medias, van coincidiendo con el Ideario de Unidad del POLO DEMOCRÁTICO ALTERNATIVO.
Los acuerdos que firmaron Santos y sus ministros con cafeteros, agricultores, mineros y camioneros tuvieron el propósito de sortear la emergencia planteada por los paros y no el de dar solución radical de los problemas. Esto quedó más que en evidencia en el llamado “Acuerdo Nacional por el Agro”, una especie de sainete para firmar un “compromiso de yo con yo”, alumbrado por el recetario neoliberal. Pero también con el contundente mensaje enviado al nombrar como Ministro de Agricultura un personaje que representa todo lo contrario a lo exigido por agricultores y campesinos.
No es entonces aventurado anticipar que los compromisos tratarán de ser evadidos con leguleyadas y dilaciones, por lo que las recientes tempestades en lugar de desvanecerse, anuncian otras de mayor envergadura, lo cual, como lo afirmara nuestro inolvidable maestro Héctor Valencia, quien cumplirá 5 años de fallecido este 19 de septiembre, “indica que cada vez son más sonoros los claros clarines llamando a las grandes marchas de la resistencia antiimperialista”.