Nicolas Albeiro Echeverry

Por: Nicolás Albeiro Echeverry Alvarán

Las cifras arrojadas por la encuesta de Gallup Colombia en noviembre de 2016 tienen que poner en alerta roja a la clase política y los partidos políticos tradicionales. La percepción que la opinión pública colombiana tiene sobre el Congreso de la República, el Sistema Judicial y los partidos políticos, entre otras instituciones, debe generar preocupación en quienes hacemos parte de las ramas del poder público y de la política, en general. Tiene que estar pasando algo muy grave para que los partidos políticos estén por debajo de las FARC en favorabilidad. Con el agravante que en la fecha de realización de la encuesta no se había ventilado el episodio de corrupción protagonizado por Odebrecht.

Los resultados de la encuesta evidencian el rechazo de la sociedad, dejando a los partidos y los políticos por debajo de las FARC y de Venezuela: el porcentaje de desfavorabilidad del Congreso es del 74% frente a un 19% favorable; la desfavorabilidad de los Partidos es del 78% frente a un 18% de favorabilidad; el Sistema Judicial quedó con un 78% desfavorable y un 16% favorable. Estas son algunas de las cifras que se reflejarán en la participación electoral que se aproxima.

En medio del remezón está nuestra democracia, aun imperfecta, pero que ha permitido la convivencia y la armonía social, política y económica en países emergentes como el nuestro. Para evitar su deterioro y, al contrario, seguir edificándola con bases firmes, el Estado -del cual hacemos parte todos- debe comprometerse con acciones contundentes contra la politiquería y la corrupción. Y para ello hacen falta mayor pedagogía y más cultura política que permitan el fortalecimiento de los partidos políticos y de las instituciones, contra el caudillismo y el elogio a la persona por encima de las organizaciones políticas que han de garantizar la permanencia de la democracia.

Hechos como la Reforma Tributaria y el Proceso de Paz con las FARC han alimentado una oposición desde el centro derecha, ostentada por quienes habiendo y siguen siendo parte de la política tradicional que ha gobernado el País, pretenden usurpar la oposición al Estado que de manera natural históricamente vienen ejerciendo las organizaciones de izquierda… El resultado de esa oposición interesada ha sido la polarización que ha desencadenado en los colombianos una postura de crítica férrea contra la política. Llama la atención que se trata de políticos tradicionales hablando mal de la política que han hecho durante años.

En este proceso de polarización que fue bien evidente en el contexto del Plebiscito por la Paz y que aviva su llama en coyunturas como el escándalo de Odebrecht, las redes sociales juegan un rol preponderante. La presencia activa de todos los sectores en las redes sociales -calificados y no calificados, serios y responsables, difamadores y destructores, en veces positiva y en veces distorsionada- ha permitido el surgimiento de una ciudadanía más crítica, pero en muchas ocasiones inexacta e injusta.

Es cierto que la información dejó de ser de los grupos económicos y políticos poderosos y está ahora al alcance de cualquier persona. Pero no significa que informen y formen responsablemente una opinión pública calificada. Sin embargo, son una realidad inevitable que hay que atender porque ciertamente están cambiando comportamientos y percepciones.

Han sido influyentes en las tendencias mundiales actuales fortaleciendo la presencia en el panorama político de los llamados “outsiders”, como la gran alternativa frente a los políticos tradicionales.

La situación es preocupante y debe llevarnos a ocuparnos al interior de nuestros partidos en la reflexión para repensarnos y empezar a mejorar y actuar de manera diferente en obediencia a los nuevos cambios, los nuevos comportamientos, las actuales percepciones y las expectativas de una sociedad con pretensiones sociales y políticas diferentes, pero sin populismos irresponsables y odiosos.

La sociedad está buscando personas que no tengan preferencias con nadie en particular y con intereses egoístas. Que piensen en gobernar para todos. Personas en las que puedan depositar la confianza. Si no nos sintonizamos con esta realidad, los llamados “outsiders” y sus seguidores que cada vez crecen más y cada vez tienen mayor influencia a través de las redes sociales, nos dejarán por fuera de las preferencias populares.

Pero como dice mi maestro Lechavalier de la NDI, “sociedades corruptas buscando políticos honestos”. Esto me lleva a invitar a la misma sociedad que señala a los políticos como corruptos, que también ella tiene la responsabilidad de preservar un sistema democrático que garantice el cumplimiento de los derechos y deberes que se consagran en nuestra Constitución. Sociedad y partidos políticos no podemos ser indolentes y tenemos que responsabilizarnos en la tarea conjunta de combatir la corrupción. Por nuestra parte, el compromiso es el de sancionar a nuestros propios miembros incursos en las conductas que hoy nos tienen en tan deplorable lugar, como ya lo mostró la encuesta de Gallup Colombia.