Yo siento como que el atentado contra el senador y precandidato presidencial por el partido Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay, pellizcó al País por la grosería que ha venido tolerando: odio, mentiras, insultos, injuria, calumnia… y desinformación con cinismo. Y aquí entran los medios de comunicación que han contribuido con su sesgo, su falta de rigor y su agenda política a profundizar la división y la desconfianza.
La violencia no empieza con el atentado: empieza con la palabra, con la mentira, con titulares diseñados para desatar rabia y no reflexión… Con los micrófonos usados para incendiar y no para argumentar…
Los medios tienen una deuda con el País: la de construir un debate decente, serio, respetuoso, responsable, sin cinismo y sin cálculos.
Y como si fuera poco, desde los medios se legitima la sangre regada en ese otro campo de batalla en el que la violencia también se ha normalizado, alimentada por el odio, la ignorancia y el deseo de destrucción del otro: me refiero a las redes sociales.
Allí se ha consolidado el “imperio de la ignorancia”, donde la razón es desplazada por el fanatismo, la evidencia por la emoción y el argumento por la agresión. Allí no se debate: se lincha. No se escucha: se ataca.
Las redes sociales no son el basurero de la democracia. Son una herramienta poderosa de construcción pública de opinión, de veeduría, de pedagogía. Pero si siguen siendo dominadas por la rabia y la desinformación, terminarán por enterrar cualquier posibilidad de diálogo real.
Si el atentado contra Miguel Uribe de verdad duele, si no es puro oportunismo, entonces exijamos coherencia, porque si el lenguaje sigue siendo usado como arma, no nos sorprenda que haya muchos que terminen disparando balas.