Foto: SEMANA / Colprensa

Al día siguiente volvió el odio, el insulto, la desinformación, la mentira, la injuria y la calumnia, en una confrontación irracional en busca de la destrucción del “petrista” o del “uribista”, con la sevisia de los homicidas que lo hacen con dolo: saben que las palabras también matan, por eso las usan como balas para acabar con la honra, el buen nombre, la reputación, la confianza y la estima del adversario político.

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El 11 de agosto de 2025 ha muerto Miguel Uribe Turbay… y de nuevo se oye y se lee a precandidatos a la Presidencia, a políticos, a empresarios, a gobernantes y a líderes de los partidos políticos pidiendo acabar con el lenguaje violento. Pero, ¿hasta cuándo? Porque ya demostraron, horas después del atentado, que no era cierto el propósito de desescalar el lenguaje agresivo, que era una pose para la foto, porque el cinismo y la hipocresía son la esencia de quienes no son capaces de actuar en consecuencia.

Sin embargo, hay que persistir en el llamado, el mismo llamado a la mesura, la prudencia, la responsabilidad y el respeto en el uso de las palabras. La misma súplica a los caudillos, a Gustavo Petro y Álvaro Uribe; a sus congresistas, diputados, concejales y ediles; a los precandidatos; a los gobernantes; a los periodistas y opinadores, tanto de los medios masivos y tradicionales como de los alternativos; y a la muchedumbre alineada en un extremo y en el otro…

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El llamado se repite este 11 de agosto porque la Democracia que lo demanda es la misma del 7 de junio de 2025, día del atentado contra Miguel Uribe Turbay; la misma del 2 de noviembre de 1995, día del homicidio de Álvaro Gómez Hurtado; la misma del 22 de marzo de 1990, día del homicidio de Bernardo Jaramillo Ossa; la misma del 26 de abril de 1990, día del homicidio de Carlos Pizarro Leongómez; la misma Democracia del 18 de agosto de 1989, cuando fue asesinado Luis Carlos Galán Sarmiento; la misma del 11 de octubre de 1987, día del asesinato de Jaime Pardo Leal; y la misma Democracia, por lejos que parezca, del 9 de abril de 1948, recordada con dolor y terror por el homicidio de Jorge Eliécer Gaitán, magnicidio que reabrió la puerta a la violencia fraternal entre partidos que hoy aún no termina con el homicidio de Miguel Uribe Turbay. Y no terminará jamás si la violencia no desaparece del lenguaje político.

El adversario político no es el enemigo; el enemigo es la corrupción, la inseguridad, la injusticia y la inequidad. Pensar distinto para llegar a acabar la corrupción, la inseguridad, la injusticia y la inequidad, no puede ser causa de tanto odio.

Nuestra Democracia será tan sólida y duradera como queremos que sea si garantizamos que el disenso se exprese y se escuche, con respeto y tolerancia, con la altura y la decencia que debe caracterizar a nuestra clase política.