Karoky

Cuando ya se ha dado la largada para la elección presidencial del 2010, es fundamental que los colombianos podamos responder esta pregunta, basados en los altos intereses de la Patria y no simplemente en la conveniencia, el gusto o la mezquina preferencia personal. Como colombiano y como periodista, creo que algunos dirigentes no se han ganada el derecho a gobernarnos a partir de agosto del año entrante; ellos son:

Álvaro Uribe Vélez, porque se ha limpiado con la Constitución, porque se comporta como monarca y porque es guerrerista. Colombia seguramente le agradecerá todos sus esfuerzos, sus resultados evidentes en temas como la seguridad, la inversión, la infraestructura y su incansable capacidad de trabajo que lo hace ver como expresión de la ubicuidad mesiánica, pero no le perdonaría su soberbia y su permanente burla de las leyes y de la Carta Magna.

Carlos Gaviria Díaz, porque no fue capaz de pasar de la brillante exposición de ideas a la conducción de una fuerza creíble y opositora que le permitiera mostrarse como una opción cohesionada de pensamiento, propuestas y verdadera alternativa de gobierno. Hasta su fisonomía le ayuda para graduarse de patriarca orientador y no de líder realizador.

Andrés Felipe Arias, porque “le falta pelo p’al moño”, como bien lo puede definir uno de los dichos populares de su tierra, porque habla el lenguaje del odio y porque se ha creído el cuento de la sucesión monárquica o soñado con ser el elegido. Seguramente se ha lanzado como señuelo para convertirse después en senador para la defensa futura del actual gobierno.

Carlos Holguín Sardi, por algo tan simple como que el país necesita un presidente despierto, prospectivo y no reactivo, que ejerza liderazgo y no jefatura. Su tiempo nunca fue.

Gustavo Petro Urrego, porque Colombia no aguanta que el odio cambie de extremo. Es lo mismo hacer matar colombianos desde la derecha que desde la izquierda, el odio no puede ser patente para el relevo presidencial, ni para la conducción del Estado. Su formación es de contradictor, no de orientador; su autoego excluye, no acerca; su discurso es destructivo no productivo.

Germán Vargas Lleras, porque si le quedó grande la jefatura de su partido, imposible le será la del Estado. Porque carece del carisma necesario para cualquier político y porque es expresión de la rancia estirpe que ya los colombianos no apoyan en las urnas porque los caciques desaparecieron de Colombia cuando dejaron de ser los dueños de la información y su poder se fue a las manos de narcos y matones.

Juan Manuel Santos Calderón, porque depender de la no presencia del Presidente para lanzarse como candidato, es el deshonor del incapaz y el comportamiento del áulico. Además, por lo mismo que antes se dijo de él y de otros: porque le falta pueblo. Sus logros como Ministro de Defensa, antes que convertirlo en líder, le echan un piano encima porque tendrá que responder por una continuidad de un modelo que urge de cambios y de evaluaciones. Ni ahora, ni nunca, le alcanzará para ser Presidente de los colombianos.

La partida entonces, se tendrá que jugar con otras cartas. Contrario a quienes creen que solamente existe una posibilidad de gobierno y que ella implica continuidad ciega y muda, el país cuenta con dirigentes capaces, inteligentes, conocedores de la realidad nacional e internacionalistas, ya probados y ya exitosos. Ojalá tuviese yo espacios para hablar de ellos.