Por Ramón Elejalde Arbeláez

La reacción del presidente de la República el pasado jueves, cuando conoció la decisión de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, de pedirle a la Fiscalía que investigue la conducta de su hijo Tomás Uribe Moreno, por las declaraciones entregadas bajo juramento por el ex superintendente de Notariado y Registro, doctor Cuello Baute, por lo demás compadre del doctor Álvaro Uribe, son en extremo exageradas y peligrosas para la institucionalidad.

 

 

No ha dicho la Sala Penal de la Corte que el hijo del Presidente sea un delincuente. En un proceso que se tramita ante esa alta corporación un testigo al parecer afirmó que “Notarios de Fusa (Cundinamarca) y de Tunja (Boyacá) fueron nombrados en sus cargos por injerencia de Uribe Moreno, y de ahí que la corporación hubiera compulsado copias al ente investigador y acusador, con el fin de que esclarezca la veracidad de esta denuncia. La titular de la notaría de la capital boyacense, Luz Marina Ocampo, aseguró públicamente que había llegado a ocupar ese cargo gracias a la gestión del hijo del primer mandatario de los colombianos. Esa afirmación, no comprobada por la Sala Penal de la Corte, le mereció la necesidad de ordenar la investigación para definir si la conducta denunciada configura algún tipo penal.

El señor Presidente debe saber que es obligación de todo funcionario judicial compulsar copias cuando dentro de un proceso se hagan afirmaciones que merezcan ser investigadas. La sola denuncia y eso también lo sabe el doctor Uribe Vélez, no es sinónimo de condena. La Fiscalía tendrá ahora que entrar a investigar si la conducta sí fue cometida por el joven Uribe Moreno. Pero no solamente eso, la Fiscalía tendrá que determinar si esa conducta es típica o atípica, es decir, si con ella se viola alguna norma del Código Penal o no. La reacción fue desmesurada, las acusaciones contra la Corte fueron innecesarias y la dignidad presidencial sometida a una inútil prueba. Extraña que el Presidente reclame que a pocos días de entregar el mandato la Corte tome esa decisión, cuando él acaba de armar tremendo zaperoco con Venezuela, en vísperas de la posesión del doctor Juan Manuel Santos.

Seguramente el joven Uribe Moreno demostrará que no violó ninguna norma jurídica y que jamás intercedió por persona alguna ante el Gobierno. Seguramente la Justicia llegará a la convicción, que hoy tienen miles de colombianos, de que Tomás es un hombre de bien. Le faltó humildad republicana al señor Presidente.

Claro que la comparación no es justa, ni la hago frente a hechos semejantes, pero cuán distinta fue la reacción de los padres del joven Nicolás Castro, el estudiante de 23 años de bellas artes capturado en Chía y sindicado de amenazar a uno de los hijos del presidente Uribe Vélez por la red social Facebook. Ellos simplemente respondieron que confiaban en la Justicia colombiana y que respetaban la decisión de los jueces. El jueves pasado, frente a la diatriba presidencial, recordé a aquellas personas humildes cuando expresaban su respeto por los jueces. La señora madre del joven Castro, doña María Eugenia Plested, le dijo a un medio de circulación nacional que cuando conocieron lo realizado por su hijo, la conducta asumida por ellos y por el joven sindicado fue siempre de: “Colaboración. Permitimos que revisaran lo que quisieran. Nunca nos opusimos. (…) Le cuento que cuando el capitán preguntó por él la primera vez y le dijo que si sabía por qué estaban ellos allí, él les contestó: ‘Si señor. Por un comentario que hice en Facebook’. Mi hijo siempre estuvo dispuesto a dar la cara”.

Después de ocho años de mucho trabajar, trabajar y trabajar, el doctor Álvaro Uribe, en ocho días, iniciará un merecido descanso. El País le reconoce su desvelo y la pasión con la cual gobernó, pero estas reacciones comprueban que el descanso es necesario y muy merecido.