Balmore González

Por: Balmore Gonzalez Mira 

Confieso que tenía otro tema en salmuera para esta oportunidad, pero la cifra de quemados con pólvora, especialmente en Antioquia,  me obliga a opinar sobre este tema de actualidad. Y es precisamente ese el motivo de mi inconformidad. Tal vez de inconformidad de muchos.  No precisamente es la opinión de ningún especialista en esta materia, sino, la de un ciudadano que cree que hemos equivocado el camino de la prevención, con falta de educación, frente al “mal uso” de estos mortales materiales.

La prevención no puede ser un tema de actualidad o moda sobre el uso de la pólvora, solo para la época decembrina, pues las cifras de afectados nunca bajan considerablemente y los cuerpos quemados y pérdida de vidas casi siempre van en aumento, frente a un flagelo heredado de una incultura de tradición que se incrementó durante los años 70 y 80 con las famosas celebraciones de una casta mafiosa y sicarial  que aturdía a la ciudad y al departamento con detonaciones que representaban estruendosamente la cantidad y calidad del logro de sus negocios.

La afectación no solo es para el ser humano y el medio ambiente, también lo es para los animales o seres sintientes, como ahora se les llama; igual sucede con la infraestructura cuando se causan incendios por ejemplo; al igual que para temas económicos, pues literalmente, se está quemando la plata. Algunos dirán que los polvoreros o fabricantes de pirotecnia se pueden favorecer, al igual que sus trabajadores, en una forma de dinámica económica, lo cual no comparto, pues el producto final resulta quemándose sin ningún efecto positivo.

Se requiere entonces que para frenar el martirio anual decembrino del uso incrementado e indiscriminado de la pólvora, se aplique con toda decisión la normatividad existente, se establezcan mecanismos de control, no solo policiales, sino social y ciudadano, como un ejercicio de control efectivo, como se fue generando el de la prohibición del consumo del cigarrillo en lugares cerrados o algo parecido. Pero por encima de todo, hay que incluir en los pensumes o en las actividades académicas de prevención en las instituciones educativas, desde el grado cero, y durante todo el año,  una que permita conocer los verdaderos peligros del uso irresponsable de la pólvora. Lo que llevaría a crear una conciencia colectiva del daño que esta produce.

Admito que algunas luces e imágenes generadas por la pirotecnia me parecen bonitas y hasta llegan a deslumbrarme, sin que con ello quiera decir que no deja de parecerme una estupidez la quema de la plata que se hace con este ejercicio que solo dura segundos y con el cual no se logra nada productivo para el ser humano y por el contrario, cualquier cantidad de efectos negativos a todo el ambiente que lo rodea. Devastadoras imágenes de niños mutilados, heridos, muertos, envenenados,  intervenidos quirúrgicamente; y daños irreversibles en oídos, ojos y órganos y otras partes del cuerpo, que dejarán, eso sí, una huella indeleble que jamás justificará esta reprochable actividad.   Frente a la pólvora, educación, educación, educación.