Las encuestas son como fotografías del momento. Sin embargo, hay que tener en cuenta que muestran el contorno, pero no el cuadro completo. La reciente medición de Invamer para Noticias Caracol y Blu Radio sobre intención de voto para las elecciones presidenciales de mayo de 2026 es un buen ejemplo.
Frente a la pregunta de “por quién votaría si las elecciones fueran el domingo”, Iván Cepeda y Abelardo de la Espriella aparecen como los grandes protagonistas. Cepeda alcanza un 31,9%, un dato extraordinariamente alto para una etapa preelectoral. Ese porcentaje refleja un electorado del Pacto Histórico muy disciplinado, muy fiel y muy dispuesto a jugársela por la continuidad política e ideológica del actual gobierno. El petrismo encontró su heredero natural. El problema para Cepeda, como para todo líder de una causa profundamente emocional, es el techo: también es el candidato más rechazado con 23,9%, como respuesta a la pregunta de “¿Por quién nunca votaría?”. Es decir, sube rápido, pero al parecer no tiene mucho espacio para crecer.

Abelardo de la Espriella, por su parte, sorprende con 18,2% porque no es un político tradicional, no tiene partido, ni estructura, ni organización electoral. Pero tiene algo que en esta fase pesa más: exposición, narrativa y confrontación. Representa, para un sector importante, el anti–Petro sin filtros. Sin embargo, también carga su propio obstáculo: aparece entre los más rechazados. Su popularidad es real, pero también es frágil.
La primera pregunta revela, entonces, a los candidatos que mejor capitalizan la emoción: los polos. Pero, si es cierto que Colombia está harta con la polarización, entonces las elecciones de 2026 no se van a ganar en los polos. La expectativa es que se gane ampliando el espectro y conquistando el centro, sumando matices.
Figuras como Sergio Fajardo, Juan Carlos Pinzón, Miguel Uribe Londoño, Enrique Peñalosa o Juan Manuel Galán registran intenciones de voto modestas, pero exhiben niveles de rechazo mucho más bajos que su reconocimiento. Eso los hace —aunque no lideren titulares— candidatos con alta elegibilidad en segunda vuelta. No son los más ruidosos, pero sí los más aceptables para una mayoría que, en algún punto, puede cansarse de la polarización.
Por eso, más que conclusiones definitivas, esta encuesta deja una advertencia: el País sigue dividido entre dos emociones fuertes, pero ninguno de esos extremos garantiza mayorías sostenibles.
Lo que vemos no es el tablero final. Es apenas el primer trazo del mapa electoral hacia mayo de 2026. Y a veces, en política, el primer trazo es sólo eso: un borrador que pronto habrá que corregir.



























