Por: Jaime A. Fajardo Landaeta

Las opiniones expresadas en esta columna, son responsabilidad de su autor

Hace poco tiempo uno de los alcaldes del Bajo Cauca antioqueño formuló una denuncia que pasó inadvertida: los homicidios que ocurren en el Área Metropolitana, y principalmente en Medellín, tienen sus orígenes en esa subregión, o por lo menos están articulados porque los enfrentamientos entre bandas, el accionar del narcotráfico y otros hechos, tienen causa común y similares actores. Agregó que no había soluciones diferentes para la situación de Medellín y la de esa zona.

 

Es necesario prestarle mucha atención al pronunciamiento, ya que la articulación entre los hechos está creciendo y la necesaria expansión de los tentáculos del narcotráfico y las bandas emergentes exigen que así sea.

Se trata de un llamado a las autoridades metropolitanas y de la ciudad capital, porque parece que el negocio del narcotráfico adquiere expresiones urbanas como el micro-tráfico, que en las comunas se expresa a partir de las casas de vicio y la venta de pequeñas dosis de alucinógenos a los jóvenes de los barrios. Es evidente que el problema de Medellín sigue siendo el narcotráfico y que cobra fuerza el micro-tráfico porque a la vez existe quien pueda surtir y mantener los pequeños negocios y las familias dispuestas a ejercer el expendio clandestino.

Además el narcotráfico, como cualquier mercancía, requiere acomodar sus mercados, y en las grandes ciudades como Medellín necesita ampliar la demanda entre la población, principalmente la más joven. Se llega incluso al extremo de promover la entrega de dosis gratuitas a los estudiantes y de vincularlos al negocio, de tal forma que adquieran el hábito del consumo para así garantizar una ampliación del mercado de las drogas ilícitas entre los usuarios y en las diferentes comunas de la ciudad.

Pero mientras en el Bajo Cauca se produce la droga, en el Área Metropolitana se incrementa su expendio mediante la aparición de más y más casas de vicio; las que son allanadas e incautadas por las autoridades constituyen una mínima porción comparadas con las que florecen a diario en la ciudad.

Se cometió un grave error cuando algunas autoridades, académicos y columnistas creyeron que en Medellín la lucha contra el narcotráfico había logrado asestar tan contundentes golpes que su expresión era mínima, y que solo quedaban pequeñas “ollas” que podían ser eliminadas rápidamente. Bien por el contrario, la lucha entre los combos y bandas, el crecimiento de estas agrupaciones, la presencia de bandas emergentes con un poder parecido o similar al que en su tiempo tenían los paramilitares, están dando cuenta de una concentración del poder en agrupaciones fuertes que han logrado el dominio sobre amplias zonas y comunas de la ciudad y sus tentáculos se extienden a varias regiones del departamento, en este caso guardando una relación directa entre el Valle de Aburrá y el Bajo Cauca antioqueño.

El aumento de los homicidios, la disputa entre las bandas, el control territorial y la presencia cada vez mayor de dichas “ollas” o casas de venta de vicio, nos está dibujando un amargo panorama en el cual poderosas mafias han logrado copar un amplio territorio y anexar los negocios de regiones enteras, a tiempo que lograron una mayor relación entre producción y comercialización como se evidencia en el eje Bajo Cauca – Área Metropolitana de Medellín.

Además, resulta muy preocupante el nivel de abandono gubernamental que sufre la subregión y la falta de políticas coherentes y de largo vuelo para enfrentar el problema. No hay explicación para que, en momentos en los cuales ese territorio, hablamos del bajo cauca antioqueño, exige una mayor intervención y políticas más audaces en ese campo, se haya dejado a su suerte. Creo que en este aspecto las autoridades locales, los concejos municipales y las entidades de ambas regiones deberían estrechar lazos de unidad y exigir del gobierno departamental y nacional más coherencia y un mayor esfuerzo para encontrar una solución real a la problemática y al agudo conflicto que padece su población.

Punto Final: Que mentirosas las declaraciones del Secretario de Gobierno Departamental, en el sentido de que la tasa de homicidios en Antioquia se redujo en un 13%, ocultan la verdad de que muchas de las personas asesinadas no tienen ningún registro y además que se ha incrementado la desaparición forzada. ¡Ver para creer!

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