La reciente reunión entre el expresidente Álvaro Uribe Vélez, líder del partido Centro Democrático, y el también expresidente y actual director del Partido Liberal Colombiano, César Gaviria Trujillo, ha reabierto un debate de fondo sobre la identidad y el rumbo del Liberalismo colombiano. La posibilidad de una alianza electoral con la derecha uribista para enfrentar a la izquierda progresista en 2026, ha desatado la inconformidad de amplios sectores liberales, algunos autodenominados “de base liberal”, encabezados por figuras como el exministro Juan Fernando Cristo, líder del partido En Marcha, y el representante a la Cámara, Juan Carlos Losada, quienes advierten que esa convergencia traicionaría los principios históricos del Liberalismo.
Desde sus orígenes en el siglo XIX, el Partido Liberal Colombiano representó la corriente del pensamiento ilustrado que abogó por las libertades individuales, la igualdad ante la ley, el Estado laico y la ampliación de derechos políticos. Fue el partido de las reformas contra el absolutismo conservador, el promotor de la educación pública, la libertad de prensa y la separación entre Iglesia y Estado. Su génesis se remonta a las ideas de Francisco de Paula Santander y Ezequiel Rojas, entre otros que, inspirados en el Liberalismo europeo, vieron en la razón, la tolerancia y el progreso los pilares de la República.
Su ideario se expresó en las reformas de José Hilario López, quien abolió la esclavitud en 1851, y en la Constitución de Rionegro de 1863, texto fundacional del Federalismo y de las libertades públicas en Colombia. Ese liberalismo clásico, de corte individualista y anticlerical, sentó las bases de la ciudadanía moderna y del Estado constitucional.
Durante el siglo XX, el Liberalismo colombiano consolidó su carácter reformista y popular. Líderes como Rafael Uribe Uribe y Jorge Eliécer Gaitán encarnaron su vertiente social, comprometida con la justicia y la equidad. Uribe Uribe promovió leyes laborales y de seguridad social, mientras Gaitán impulsó una revolución moral que buscaba dignificar al pueblo frente a las élites políticas y económicas. Su asesinato, el 9 de abril de 1948, no sólo truncó esa esperanza sino que marcó el inicio de una violencia política que, paradójicamente, llevó al País a cerrar filas en torno al bipartidismo excluyente.
En el siglo XX, bajo gobiernos como los de Alfonso López Pumarejo (1934 – 1938 y 1942 – 1945) y su Revolución en Marcha, el Partido Liberal impulsó transformaciones estructurales: la reforma agraria, la ampliación de la educación, el fortalecimiento sindical y la modernización del Estado. López Pumarejo convirtió el Liberalismo en sinónimo de progreso, desarrollo y justicia social. Décadas más tarde, Carlos Lleras Restrepo (1966 – 1970) y Alfonso López Michelsen (1974 – 1978) consolidaron una visión de Estado interventor y planificador, comprometido con la industrialización, la participación y los derechos ciudadanos.
No obstante, la crisis de los partidos tradicionales a finales del siglo XX diluyó las fronteras ideológicas. En el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990 – 1994), el Liberalismo abrazó las políticas de apertura económica y globalización, con lo cual perdió parte de su identidad socialdemócrata. Las reformas neoliberales de los años noventa marcaron un viraje hacia el centro – derecha, que algunos califican de “liberalismo económico” y otros, de “renuncia al liberalismo político”.
Hoy, ante las nuevas dinámicas políticas, el Partido Liberal Colombiano enfrenta un dilema existencial: ¿debe alinearse con la derecha para enfrentar al petrismo o debe recuperar su vocación progresista y social, que alguna vez fue motor de cambio?
Para muchos liberales, como Juan Fernando Cristo y Juan Carlos Losada, esa alianza con el uribismo sería ideológicamente contradictoria y éticamente insostenible. “El liberalismo no puede ser furgón de cola de la extrema derecha”, han dicho, recordando que el liberalismo histórico siempre luchó contra el autoritarismo y a favor de las libertades públicas.
En el péndulo político – ideológico del polarizado país que hoy sufren los colombianos, el Partido Liberal parece oscilar entre la derecha, producto de la nostalgia del poder, y hacia la centro – izquierda, donde está el respeto a la fidelidad a sus principios.
En todo caso, la historia enseña que el Liberalismo colombiano fue grande cuando pensó en la inclusión, la igualdad y la libertad, no cuando buscó alianzas tácticas para sobrevivir en la aritmética electoral.
Tal vez la verdadera pregunta no es con quién debe aliarse el Partido Liberal, sino con qué ideales quiere reconciliarse. Porque, como diría López Pumarejo, “el liberalismo no es un acomodo, es una causa”.



























