Por: Alfaro García

Al parecer son pocas las esperanzas de alcanzar resultados positivos que permitan enfrentar y frenar el calentamiento global en la próxima Cumbre de Copenhague. Según algunos medios de comunicación, los presidentes de Estados Unidos de Norteamérica y de China, reunidos en Singapur, llegaron a algunos acuerdos tácitos, con el fin de evitar compromisos concretos frente al tema del medio ambiente, resquebrajando cualquier esperanza de combatir la muerte de un planeta asfixiado y recalentado. Desde todo punto de vista, es inadmisible y cuestionable que el presidente Barack Obama, después de casi un año de gobierno, no haya acelerado la eliminación de emisiones  contaminantes como lo prometió en su campaña; igualmente, debido a su gran crecimiento industrial, China se había comprometido a controlar los efectos contaminantes, pero todo se fue en promesas y nada más. A estos líderes mundiales les ha faltado voluntad política y más compromiso con el planeta.

Las grandes dificultades, complejidades y tropiezos en que se encuentra el proceso hacia la Cumbre de Copenhague, están permitiendo entender y reflexionar que ya los terrícolas no podemos darnos el lujo de aplazar por lustros indefinidos, aquellas tareas que detengan el desgaste global.  El imperativo categórico debe ser claro y contundente: las reducciones  requeridas de emisiones de gases de efecto invernadero que perjudican al planeta, deben concertarse y respetarse ya; “el mundo”, como lo llaman en la escuela, es hoy un enfermo terminal al que le quedan pocos siglos de vida y que necesita urgente, tal vez, una pipeta de oxígeno y ciudadanos educados en el respeto al Medio Ambiente.

En la mente de los grandes líderes mundiales debe permanecer la idea de garantizar la supervivencia de los pequeños Estados insulares del Pacífico, el Mediterráneo, el Índico y el Caribe; el futuro de algunos de ellos  depende de que los países más ricos y contaminantes asuman su responsabilidad de alcanzar un acuerdo ambicioso en la próxima Cumbre de Copenhague; de lo contrario, el futuro de estos países puede verse amenazado ante  los efectos drásticos del cambio climático, que podría dejar a muchos de estos Estados sumergidos por el aumento de las temperaturas.  Hoy,  es evidente que las pequeñas islas, islotes y otras regiones ya están sufriendo los impactos del cambio climático como la inundación de zonas costeras, la desaparición bajo el mar de pequeñas islas o poblados, la disminución de recursos de agua dulce, fuertes sequías, pérdida de los cultivos y el aumento de enfermedades.

Es cierto que la irracionalidad ambiental del hombre contemporáneo llevará a que los zoológicos, la ecología, los ríos y los nevados sean parte de las memorias virtuales; cuando los líderes del mundo se pongan de acuerdo pensando en lo mejor para el planeta, muchos animales, plantas y paisajes habrán desaparecido para siempre.

Mientras tanto en lo local, la educación ambiental debe empezar ya, dentro y fuera del aula como un hecho real y no como algo romántico o alternativo; de no ponerle coto a este asunto, privaremos a las futuras generaciones de conocer e inspirarse bajo el olor intenso del bosque húmedo, de bañarse en las aguas frescas de un gran río, del trinar de los pájaros. En fin: la responsabilidad es de todos.