Por: Jaime Jaramillo Panesso

El hombre que después de permanecer encarcelado entre 1962-1990, bajo el No. 46664, por su lucha contra la segregación racial y luego de ser liberado fue el primer Presidente de Sudáfrica elegido democráticamente, cumplirá 95 años el próximo 18 de julio. Pero a su edad, sin la carga política de sus más brillantes días, sufre el peso de unos descendientes que no aprendieron la lección de vida.

Nelson Mandela, abogado y líder de su pueblo y de su etnia, casó tres veces: Evely Mase primero, luego con Winnie Madikisela y finalmente con la actual Graca Machel, mozambiqueña y abogada. Con las dos primeras tuvo un total de cinco hijos y ninguno con Graca Machel. Noticias recientes indican que a Madikisela le reabrieron un juicio por delitos comunes tan repugnantes a Mandela, quien sigue afirmando que nunca hubiera querido conocerla.

Mandela trabajó toda su vida por el reconocimiento de la igualdad entre negros y blancos en un país donde los colonizadores europeos mantuvieron el poder económico y político por la fuerza de las armas. No obstante Mandela mantuvo durante su combativa existencia la bandera de la igualdad racial y de la liberación e independencia de Sudáfrica. Invictus lo calificarían al momento de  quedar libre, después de haber sido condenado a cadena perpetua. Símbolo de resistencia, el pueblo sudafricano no claudicó en sus exigencias y obtuvo la representación de Mandela, fuera ya de la prisión, para negociar la paz con el Presidente De Klerk, jefe de un partido racista que también cambió su rumbo para crear una nación integrada después de tanta sangre y espera.

 

La personalidad de Mandela, moldeada en tan pocos renglones, no es la que sirve de ejemplo a sus hijas, nietas y biznietos. Dedicados a vivir del nombre de Mandela, lo han utilizado para denominar así una marca de ropa, una de vinos y hasta un biznieto ha negociado el entierro de su bisabuelo y el traslado de su cuerpo a la región de nacimiento, con una firma de televisión. Nada han aportado a la nueva nación sudafricana los descendientes de Madiba, seudónimo que usaba Mandela en su época de clandestinidad. Como su compromiso político y larga detención lo mantuvo lejano de su familia, Mandela ha recibido aparentes muestras de cariño para exhibir en fotografías. Pero su parentela señalada le exige que entregue unas empresas creadas por él, y administradas por sus abogados y compañeros activistas políticos según su disposición para evitar pugnas familiares. Una de sus nietas los ha demandado y puesto en público un escándalo que avergüenza a los amigos y copartidarios de Mandela, a quien tratan de evitarle esas noticias en su deterioro senil. No quedan ahí las actitudes codiciosas de la familia Mandela. Su esposa Machel, que lidera actividades en derechos humanos y defensa de la democracia, está en el centro de los ataques de la jauría mandelista. La señalan como una arribista que solo quiere heredar los bienes que les corresponden a los descendientes en línea de consanguinidad.

Nelson Mandela, sentado en su silla que ya no es la presidencial, espera llegar a su cumpleaños 95 en los próximos días bajo el cuidado de Graca Machel quien lo acompaña desde 1998. No sabe Mandela los calambres y sacudimientos que deberá soportar en su tumba cuando se agudice la encarnizada disputa por sus bienes, sin importar la grandeza de su ejemplo y la dignidad de su nombre.