Por: Nicolás Albeiro Echeverry Alvarán
Senador de la República
Hoy, 4 de octubre, celebramos el Día Mundial de los Animales y la fiesta de San Francisco de Asís, patrono de quienes creemos que la vida, en todas sus formas, merece respeto y compasión. Esta fecha no es sólo un recordatorio simbólico: es una oportunidad para mirarnos como sociedad y preguntarnos cuánto hemos avanzado en el deber ético de proteger a quienes no tienen voz.
Desde mis primeros años en el servicio público, entendí que defender a los animales no era una causa menor ni una moda pasajera, sino un compromiso profundo con la vida y con la coherencia de mis valores. Por eso, cuando fui “Econcejal” de Medellín, luché —y ganamos juntos— para que mi ciudad fuera reconocida como una “ciudad que ama y respeta a los animales”. En esa época, impulsamos medidas históricas como la prohibición de las “zorras”, esos caballos que durante décadas arrastraron carretas en condiciones de maltrato, y la eliminación de las llamadas “fiestas con marranadas”, que convertían el dolor en espectáculo.
Esos logros no fueron simples decisiones administrativas: fueron actos de dignidad. Cada norma, cada voto, cada discusión representaba un paso hacia una Medellín más humana, más consciente, más civilizada.
Hoy, desde el Congreso de la República, sigo esa misma ruta. Como “Econgresista”, he defendido la eliminación de prácticas crueles como las corridas de toros, el coleo y las peleas de gallos, que aún persisten en algunos rincones de nuestro país bajo la excusa de la tradición cultural. No puede haber cultura donde hay sufrimiento. No puede haber fiesta donde hay sangre.
Hoy, por ejemplo, estamos al frente de la sustitución de caballos en las carrozas turísticas de Cartagena por vehículos de motor. Entendemos la reacción de algunos miembros de la comunidad que han recurrido a las acciones de tutela en busca de amparo a su derecho al trabajo. En ese sentido, agradecemos sus comentarios y sus propuestas para que mediante su participación podamos llegar a acuerdos que, por supuesto, sigan beneficiando a la comunidad que tradicionalmente ha vivido del turismo de las carrozas, pero teniendo la consciencia plena de que los animales estén libres de maltrato.
Mi compromiso, como conservador provida y colíder del movimiento “Conservadores por Naturaleza”, es con la defensa integral de la vida: la humana, la animal y la natural. Todas están conectadas y todas merecen cuidado. No podemos hablar de sostenibilidad sin hablar de respeto. No podemos hablar de progreso mientras sigamos normalizando la crueldad.
Cada animal rescatado, cada niño educado en empatía, cada ley aprobada para protegerlos, es una victoria silenciosa pero inmensa. Es el reflejo de una Colombia que avanza, que evoluciona, que empieza a entender que el amor por la creación no es debilidad, sino fortaleza moral.
Hoy, más que nunca, reafirmo mi convicción: proteger a los animales es proteger la vida, es honrar la creación y es construir la patria del respeto y la compasión que todos soñamos.