Foto: celag.org

Según el DANE, en Colombia somos 52.314.000 habitantes. Y de acuerdo con estimaciones de la Registraduría, Nacional del Estado Civil, para las elecciones presidenciales de 2026 habrá más de 41 millones de colombianos habilitados para votar. Ese es el tamaño del poder ciudadano. La pregunta es: ¿son todos conscientes del poder que tienen y saben qué van a hacer con ese poder que nos dan la Constitución y las leyes?

Lo lamentable es que hay muchísimos colombianos que no saben el poder que tienen y, en cambio, se sienten felices de actuar como súbditos de quienes alimentan la polarización con mentiras, desinformación, insultos y ofensas. Es lamentable que no sepan que, en vez de apoyar a caudillos demagogos, populistas y clientelistas, podrían apoyar a líderes que respeten la Constitución y las leyes.

Sin embargo, cuando alguien exige respeto a la Constitución, con sus principios y derechos ciudadanos, lo encasillan de inmediato: “ese es de izquierda”.

Y cuando alguien pide respeto por la familia, la seguridad o la propiedad privada, también lo encasillan y lo tachan de “derecha”.

Y así, atrapados en etiquetas, dejamos de lado lo esencial: que ninguna democracia sobrevive si no se cumplen sus propias reglas.

La Constitución no es un capricho político, es un pacto de convivencia. Allí ya está todo lo que Colombia necesita para avanzar:
• Derechos garantizados para todos: vida, salud, educación, trabajo, servicios públicos y más derechos fundamentales y colectivos al alcance de cada ciudadano.
• Presunción de inocencia, debido proceso, igualdad, acceso a la justicia y más principios y derechos para que nadie quede a merced de abusos.
• Participación democrática y pluralismo, para que todas las voces cuenten.

No necesitamos programas de gobierno de 2.000 o 3.000 páginas cargadas de promesas inalcanzables. Lo que necesitamos es un Presidente que entienda que cumplir la Constitución y las leyes es suficiente. Que gobernar no es improvisar discursos, sino garantizar que lo que ya está consagrado en la Carta Política sea realidad en la vida de cada colombiano.

Pero el gran problema es el desconocimiento ciudadano. La mayoría no lee la Constitución, aunque es un mandato superior enseñarla desde la escuela. Por eso, termina siendo presa fácil de rumores, de cadenas de WhatsApp o discursos incendiarios por las redes sociales o de la desinformación que difunden los medios de comunicación masivos y tradicionales. Y ese desconocimiento es un caldo de cultivo perfecto para candidatos maliciosos, que se aprovechan de la ignorancia y el miedo, para manipular y dividir.

Por eso, de cara a las elecciones de 2026, a los más de 41 millones de colombianos habilitados para votar, la invitación no es a escoger entre izquierda, derecha o centro. La invitación es a exigir lo básico: un Presidente que respete la Constitución y las leyes. Nada más y nada menos.

Hoy Colombia no necesita un salvador, necesita un Presidente que cumpla con lo que ya está escrito. Respetar la Constitución y las leyes no es un favor, es una obligación. Y si quienes votamos —los más de 41 millones de colombianos habilitados en 2026— entendemos eso, podremos romper el círculo vicioso de odios, de promesas vacías y de manipulaciones.

Este país es demasiado bello y diverso para dejarlo en manos de la polarización. Ya es hora de unirnos alrededor de lo que nos pertenece a todos: la Constitución, las leyes, la justicia y la democracia. Votar bien no es votar por un color político; votar bien es escoger a quien garantice que Colombia funcione como lo que es: una República de derechos y deberes, donde la vida, la dignidad y la esperanza tengan siempre la última palabra.