A eso le he dado el nombre de “ética convexa”, que consiste en una ética que no guía sino que se ajusta, porque no obedece a principios sino a conveniencias. El político con “ética convexa” justifica la mentira en nombre del bien común, el clientelismo en nombre de la eficiencia y el odio y la agresión en nombre de la defensa del pueblo.

¿Por qué se me ha ocurrido la figura de una “ética convexa”? Porque lo convexo es aquello que se proyecta hacia afuera, que sobresale. En óptica, una lente convexa deforma lo que observa. Aplicado a la política, la “ética convexa” es la que se encorva para no incomodar, pero carece de solidez interna. 

La “ética convexa” es practicada por quienes enarbolan un discurso moralista con el cual justifican la corrupción propia y condenan la ajena. La misma metáfora de la viga atravesada en su propio ojo mientras señalan la paja en el ojo ajeno. Estos personajes giran la verdad como una superficie curva, convirtiendo la ética en un juego de distorsiones útiles para el poder.

Esta “ética convexa” es ideal en el desarrollo del caudillismo que sufre la política colombiana. Líderes como Álvaro Uribe y Gustavo Petro construyen su legitimidad sobre su propia figura, no sobre ideas estructuradas ni partidos sólidos. En ambos casos, el principio ético es maleable, según convenga a la causa. Sus seguidores no exigen coherencia, sino lealtad emocional. 

La “ética convexa” permite justificar el insulto, la injuria, la calumnia y la mentira  como armas ideológicas e instrumentos de lucha que son reforzados en los cuarteles de la “estupidez colectiva”, reclutados por un extremo y por el otro, afianzados en la lealtad emocional. De esta manera es que se ha venido degradando el debate público y soslayando el principio fundamental de la verdad y del interés general. 

La política ha dejado de ser un ejercicio encaminado a la satisfacción del bien común y se ha convertido en una disputa de narrativas en la que no importa la ética soportada en la verdad, el respeto y la responsabilidad.

Colombia necesita dejar caer la “ética convexa” para que se parta en tantos pedazos, que no se puedan volver a juntar. 

Colombia necesita recuperar la ética en la que los principios y valores se sostengan por su rectitud y no permitan que sean manipulables, adaptables y distorsionados, según el cálculo y las conveniencias políticas.