Por: Ramón Elejalde Arbeláez

Otro título para este artículo bien pudo ser Los dramas de la democracia. Las acusaciones contra el Polo Democrático por corrupción en Bogotá, justas o injustas, y la profunda división que se adueña de esa organización son una mala noticia para la democracia y para uno de los únicos partidos políticos que adelantan una oposición seria al gobierno de Juan Manuel Santos.

 

La democracia de partidos imperante en Occidente lleva aparejada la necesidad de partidos en el Gobierno y de partidos en la oposición. Ya lo he reiterado muchas veces: La oposición es la única que nos brinda la oportunidad de tener alternativas de poder, de frenar la corrupción y de mejorar las instituciones democráticas. El Polo Democrático surgió como una alternativa de izquierda democrática que vino a refrescar nuestro sistema político. En él se han agrupado intelectuales, jóvenes y tradicionales dirigentes inconformes con nuestro sistema político, tan injusto con la mayoría y tan complaciente con la minoría oligárquica y poderosa. Al Polo lo percibimos todos como la esperanza de algo nuevo, ajeno a la politiquería y a la corrupción, lacras por las cuales ahora lo cuestionan y reitero de nuevo, justa o injustamente, porque serán la Justicia y los órganos de control los que en última instancia nos digan qué tanto se dejó permear una parte de esta organización de los inveterados vicios de los partidos tradicionales y de otros no tan tradicionales que han aparecido recientemente.

Sobre los padecimientos del Polo y, por consiguiente, de la democracia, es bueno decir que la salida de la Dirección del Partido rodeando incondicionalmente al alcalde Samuel Moreno, en mi sentir, no fue la más afortunada. Dijo lo mismo que en situaciones similares producen los partidos tradicionales. Nadie esperaba que condenaran a su alcalde, ni menos que irrespetaran las normas del debido proceso y la presunción de inocencia, pero sí algo más creativo que les permitiera continuar liderando los cuestionamientos que desde el Congreso hacen en contra del Gobierno. Difícil le quedará al excelente senador Jorge Robledo pedirle la renuncia a alguien del Gobierno Santos o del Gobierno de Uribe, cuando cuestione procederes de ellos. Seguramente le callarán invitándolo a ser coherente en sus actuaciones.

Pero en este episodio también existe una doble posición de los medios de comunicación. Fueron duros, ¡y eso está bien!, con el Polo Democrático y con los posibles actos de corrupción en Bogotá, pero no utilizaron la misma varita para medir a los funcionarios del Gobierno Uribe que fueron señalados por los mismos hechos y por los mismos denunciantes. De antemano condenaron a Samuel Moreno y absolvieron a los otros, sin que mediara una investigación seria. Mala cosa.

La verdad, y todos la percibimos, los carteles de la contratación y de la corrupción existen en casi todos los entes territoriales, en unos con situaciones más graves y más preocupantes. Allí los medios no han sido tan drásticos como lo son con el Polo en Bogotá. En Antioquia algunos hemos denunciado la existencia de un abuso reiterado en el mecanismo de la urgencia manifiesta para poder adjudicar a dedo los contratos y premiar a los financiadores de la campaña. También hicimos pública la existencia de una fundación que inicialmente llamaron para Buen Gobierno y que ahora se conoce como Fundación para el Bienestar Global, creada por entidades oficiales del Departamento con el fin de burlar las leyes de contratación administrativa. Nadie dice nada, incluyendo a los organismos de control y al inefable auditor general de la Nación, cuyo antecesor consideró que estas fundaciones podían funcionar para ponerle conejo a la ley.

Notícula. Mil gracias a los cientos de ciudadanos que se manifestaron por mi artículo del pasado domingo titulado Así, cualquiera. Este es un buen ejemplo sobre el silencio de los medios de comunicación frente a ciertos funcionarios y a ciertas denuncias. Manes de la pauta.