Diego Calle

Por: Diego Calle Pérez

Es un tema sensible para los que han sido testigos y herederos de una historia reciente en el imaginario colectivo de un municipio que sufre los embates de lo legal e ilegal. Es un ejercicio práctico para dar resultados acerca del Ordenamiento Territorial y de los embelecos paisas que con los años se han convertido en un problema social y económico no solo para el departamento y la nación.

Vegachí, es uno de los municipios más jóvenes y recientes, con apenas 30 años de vida municipal. Por Ordenanza 9 del 29 de Noviembre de 1983 la Asamblea Departamental de Antioquia, convirtió a Vegachí en el municipio 123 de los 126 del Departamento entre montañas.

Fue corregimiento de Yalí, con una extensa llanura de 512 Kilómetros cuadrados. Localizado en la zona nordeste del departamento de Antioquia, limita con Remedios, Yalí y Amalfi. El apelativo del municipio es “pueblo con sabor a miel”. Su nombre deriva de la construcción de las palabras Vega y China, en el paraje conocido como Vegas de China, donde se formó originalmente un caserío cuyo nombre es Vegachí. Su fundador fue Antonio José Aguilar Jaramillo oriundo de Yalí su municipio vecino. Con una población de 19.087 habitantes, aproximadamente 13.559 en la cabecera urbana y en la zona rural 5.528. Con una temperatura promedio de 23 grados. A una distancia de 147 Kilómetros de Medellín, dos horas en bus o campero, pasando por Barbosa, Yolombo y Yalí para llegar al pueblo que tenía caña.

La vida municipal de Vegachí fue tranquila hasta llegada la época de los años noventa. Su primer alcalde por elección popular marco la brecha entre lo oficial y lo antes realizado por mandato del gobernador de turno. El ingenio Vegachí, se convirtió en un embeleco que duró poco. Fue un oasis de planes, proyectos y discursos como de 20 de julio. No hay dolientes que den cuenta de las cifras millonarias invertidas en infraestructura. Hectáreas sembradas que no fueron aprovechadas en el cultivo de la miel. Desplazamientos innecesarios de miles de gentes buscando una oportunidad de mejorar sus condiciones sociales en el gran nordeste de la minería de aluvión y socavón.

Vegachí por algunos años se convirtió en una disculpa para viaticar desde la Alpujarra y Bogotá. Nombres como Helena Herrán de Montoya, Rodrigo Londoño de la Cuesta serán inolvidables para no recordar en las memorias de las gentes. Adolfo León Palacio Sánchez, quien ahora como diputado critica como doliente, llamado el poeta de los números por ser contador, fue gerente en la administración de Gilberto Echeverri Mejía. Las iniciativas de estos ilustres prohombres antioqueños, le dieron la muerte al ingenio más prometedor en el horizonte económico de una región que hasta hace pocos años daba brega transitar por sus carreteras polvorientas.

La Planta de Alcohol industrial, la cual se diseñó para extraer jugo de caña, fue otra de las tantas obras que por arte político se esfumó como todo lo invertido en un departamento donde la costumbre es más fuerte que la tradición de sus gentes. Con pérdidas de 800 millones de pesos, con 1600 hectáreas cultivadas y con 500 más en proyecto y 2100 hectáreas en caña y con una plantación de 3000 hectáreas en total entre los municipios vecinos. Nunca alcanzo su madurez como proyecto social. Con los años se fue desvaneciendo sus muros y enseres. La liquidación se llevó una parte y después llegaron los amigos del Ubérrimo hacer de las suyas. Todo quedo en ruinas y en un mal recuerdo para los que llegaron a soñar en una noche de verano en las calles planas del municipio joven del nordeste.

Vegachí en el Nordeste Antioqueño, es uno de los muchos ejemplos que se pueden citar,  siendo el más significativo que se puede resaltar. No tiene historia arquitectónica, no es turístico, ni tiene catedral para visitar,  su valor agregado tiene que ver con un modelo para no repetir en la Colombia donde tanta falta hace un verdadero Ordenamiento Territorial.

Vegachí es ejemplo de lo que hace la política ingeniosa de Antioquia. Un alcalde con secretarios y concejales. Uno que otro diputado doliente cada que hay elecciones departamentales. Un gobernador pendiente de su imagen y una gran cantidad de ciudadanos carentes de necesidades dejadas por un embeleco, que fue una disculpa para ganar una nómina mensual, argumentando un quehacer por la Antioquia grande y pujante.