Eugenio Prieto Soto

Por: Eugenio Prieto Soto

La semana pasada nos referimos al desempeño de Medellín en el indicador de prosperidad urbana realizado por ONU-Hábitat. Que evalúa la situación de las ciudades en relación con cinco dimensiones de la vida urbana, en el cual nuestra ciudad presenta un buen resultado general de prosperidad, pero a su vez evidencia la necesidad de hacer esfuerzos mayores en temas específicos como el ambiental.

El indicador de sostenibilidad ambiental que mide la calidad del aire y el manejo de residuos sólidos ubica a Medellín en el lugar duodécimo, en un grupo de 23 ciudades teniendo un desempeño menor que Bogotá, Pereira y Montería.

Los resultados de este indicador de sostenibilidad ambiental guardan coherencia con las conclusiones que arroja el monitoreo de calidad del aire que periódicamente realiza el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, donde se evidencia que a pesar de todos los esfuerzos realizados, el aire que respiramos en nuestra ciudad presenta una alta y homogénea contaminación asociada al exceso de los niveles permisibles de ozono y material particulado.

Si consideramos que las fuentes móviles, es decir, las emisiones provenientes de automotores, son responsables en un 70% de la contaminación del aire, comprenderemos mejor que la sostenibilidad ambiental de nuestro territorio para las generaciones venideras, debe estar presente como condición inobjetable en todos los procesos de ordenamiento territorial, en el desarrollo urbano y en los proyectos de infraestructura y movilidad.

Precisamente esta semana con el inicio de construcción de la I etapa del proyecto Parques del Río, se pone sobre la agenda pública dicha necesidad de repensar el modelo de crecimiento de nuestra ciudad y de construir una visión de largo plazo que garantice la sostenibilidad ambiental, la conservación y calidad de sus recursos naturales más preciados, como el aire y el agua.

El inicio de construcción de la Primera etapa del proyecto Parques del Río ha puesto a prueba la capacidad de nuestra ciudad y de sus habitantes de ser consecuentes con el propósito colectivo de conservación ambiental materializado en iniciativas como el plan de saneamiento del río Medellín -en el cual la ciudad ha invertido más de mil millones de dólares-; la firma del pacto para el mejoramiento de la calidad del aire del Valle de Aburrá que suscribiera en 2007 el sector público y privado; y el cambio de paradigma en materia de movilidad que fue aprobado en el Acuerdo Metropolitano 13 de 2011 y en el Acuerdo Municipal 48 de 2014, Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín -POT-.

La construcción la primera etapa del proyecto Parques del Río nos debe permitir evaluar la capacidad del territorio de responder al nuevo modelo de ciudad, al nuevo paradigma de movilidad y sostenibilidad y si debemos avanzar o no, en la ejecución del proyecto completo. Obras como el Metro de Medellín, la Avenida Oriental, San Juan, la 33, la 80, la misma Regional, hoy fundamentales para la ciudad, demandaron en su momento que todos estuviésemos dispuestos a hacer un aporte de paciencia, solidaridad y sentido de lo colectivo.

Es importante para la reflexión, considerar que el proyecto Parques del Río que busca una transformación en el uso y aprovechamiento del corredor del río, va más allá de la capacidad para soportar el tráfico de los vehículos que atraviesan el Área Metropolitana. Materializa una visión construida a lo largo de los años que busca que el rio integre la ciudad -en lugar de dividirla como lo hace hoy-, ampliar la oferta de espacios públicos para la convivencia y el esparcimiento de las personas e iniciar el proceso de adaptación y planificación de las dinámicas de movilización al ritmo de crecimiento de nuestra ciudad.

El proyecto deberá complementarse con la construcción y consolidación de una visión de ciudad de largo plazo y una política pública de movilidad humana, de gestión integral del transporte público, privado y de carga que permita mejorar la conectividad regional, construir centros logísticos en los extremos sur y norte del Valle de Aburrá, que articulados con programas integrales de distribución urbana, permitan mejorar la movilidad, productividad, competitividad y calidad del aire en nuestra región metropolitana.