Jaime Jaramillo Panesso

Por: Jaime Jaramillo Panesso

Dicen algunos invitados extranjeros y varios analistas criollos que suscribir un acuerdo de paz implica tragarse “sapos” de diferentes calibres, kilos de batracio tropical cocinados en La Habana, Cuba, la tierra de Martí, el liberal demócrata, y de Fidel, el comunista autócrata. Para ilustrar, el poeta negro Nicolás Guillén, describía la isla así: un largo lagarto verde, con ojos de piedra y agua. Lagartos y batracios son los ejemplares zoológicos presentes en el escenario de hoy, cuando el gobierno del Presidente Santos tropieza con las Farc envalentonadas por las concesiones obtenidas sin ganar la guerra y el enfriamiento de los diálogos debido a los puntos más difíciles de la agenda como son la punibilidad o juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad y de guerra, la entrega de armas y la desmovilización. Por ende, de ellos se deduce la participación política de la dirigencia guerrillera, la exclusión de penas privativas de la libertad, la no responsabilidad de reparación a las víctimas y la no repetición.

Para sacar de la parálisis en que se encuentran las conversaciones Farc-Santos, se promueven foros con personalidades internacionales, se invitan a personajes de alto coturno cuyas opiniones acríticas deslumbran a los asistentes en los palcos y las galerías. Y sacan del sombrero del mago que gobierna esta nación, un prestidigitador liberal, expresidente de la República y mercader de obras de arte quien propone indulto general para guerrilleros, militares, civiles, funcionarios judiciales, ganaderos, bananeros, jefes espirituales e intelectuales que hayan incurrido en crímenes o apoyos a los rebeldes o a sus oponentes. Hacer tábula rasa y arrancar de cero. Todos perdonados por igual, sin pasado criminal, con certificado judicial borrado y sin reseña en los archivos de la agencia nacional de inteligencia ni en las listas policiales.

Mezclado con lo anterior, las Farc invitan a Uribe a un diálogo en La Habana, Santos le hace guiños y los extiende a Holmes Trujillo, mientras el país ve caer la aguja de medición del optimismo por la terquedad y arrogancia de las Farc que afirman sin la menor vergüenza ni táctica política: ”no pagaremos ni un día de cárcel, no entregaremos las armas, sino que dejaremos de usarlas políticamente que es la traducción de la dejación de armas”. Es claro que Uribe no irá a comer batracio asado a La Habana y que Santos tiene en sus manos un lagarto indigerible para lo cual están buscando salidas jurídicas forzadas o falaces y no perder el embrujamiento de la paz que traería la más contundente derrota en las elecciones regionales de Octubre, donde le medirán el aceite a la trabada caja de cambios de la maquinaria ideológica santista. Sin embargo no dejan de pintar en secreto el necesario panorama de acuerdos con los batracios a cuestas, puesto que tienen en sus planes invitar a Francisco, el Papa y Jefe del estado Vaticano, para que selle con su presencia y bendición, la absolución divina al Estado Mayor y al Secretariado de las Farc. Así el pueblo colombiano, tan católico, quedará convencido de la paz santista y la protegerá de la Corte Penal Internacional y del uribismo que tendrá que irse al Ubérrimo hasta las próximas elecciones presidenciales, donde estarán de candidatos Humberto de La Calle, para Presidente, e Iván Márquez o Timochenco para Vicepresidente. Miserere nobis.