Rubén Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G. 

Colombia es un país multiplicador de cínicos, en donde cada vez más escasean los valientes. Jorge Enrique Vélez es un dechado de valor civil, coraje, arrestos y temple. Además, encarna el rol de un hombre decente y apartado de la corrupción. A la sazón como gobernador de La Guajira, lo quieren asesinar y hasta declararlo interdicto, todo por pisar callos, enervar actuaciones aviesas y ponerle tatequieto a unos desembolsos untados de podridos cauces. A sus 53 años, vive la mejor faena de su carrera política, no tiene temor de lo que hace y, por el contrario, cuando lo asedian los enemigos desenmascarados y siente respirar el riesgo de su misión, se empina para demostrar que los nervios son cosa de otros y que no nació en el mes de los temblores. Es un conductor que le mete freno a la corrupción y acelerador a las investigaciones que rescatan la justeza para los colombianos de bien.

Es abogado de la U. P. B. y tiene tres facetas en que se ha movido: una primera, un tanto ignota, como gomoso de los medios de comunicación (auxiliar de cámara, camarógrafo, editor de programas de televisión, gerente comercial de Cosmovisión, presentador del programa de opinión Sin Corbata del Canal Cosmovisión, columnista de El Colombiano y de Sinergia Informativa, y codirector del programa Debate Abierto de Múnera Eastman Radio); una segunda, no muy notoria, como vinculado al sector privado (Coordinadora Mercantil y Estrella Automotriz) y una tercera, asaz visible, como político (Subsecretario de Servicios Administrativos, Secretario de Transporte, Secretario de Gobierno, precandidato a la alcaldía de Medellín, Senador, Miembro de las Juntas Directivas del Metro, Terminal de Transporte, Metroseguridad y Aeropuerto Olaya Herrera, Superintendente de Notariado y Registro y Gobernador de La Guajira).

No en vano ordenó parar desembolsos vueltos contratos oscuros por $ 44.000 millones, en una zona donde los niños se mueren de física hambre y congelar convenios perversos por $ 36.000 millones. Hizo historia al enterrar un contrato por $ 18.000 millones para llevar a cabo una investigación sobre dengue en La Guajira y para poner en la lupa un giro abyecto por $ 18.000 millones, también proveniente de la Gobernación a la Universidad de La Guajira, sobre regalías para doctorados. El destape en esa región del país refleja situaciones impúdicas, sórdidas y vergonzosas. Lo que había allá, merced al mandato de la destituida Oneida Pinto, eran mares de chanchullos, robos al erario público y mangoneos por costalados. Nadie mejor que Vélez para que destapara semejante olla podrida. La Asamblea, con el mismo tufillo ladrón, le ha bloqueado iniciativas y hasta pidió que se le hiciera examen psiquiátrico para determinar su grado de insania.

Vélez es un funcionario probo como pocos, arrojado como casi ninguno y notable como los que se cuentan en los dedos de la mano. Como Superintendente de Notariado y Registro tuvo una actuación fulgurante y osada, y como Gobernador encargado de La Guajira, se robó los aplausos de quienes admiramos la moralidad y el ahínco, como signos de notoriedad. Se perfila Jorge Enrique Vélez García, como un candidatazo a la próxima alcaldía de Medellín, para darle colofón -con lujo de detalles- a sus ejecutorias y a su abnegada actuación en pro de reivindicar la laboriosidad, la integridad y la pulcritud que chillan en un país que ha tendido el tapete de la corrupción en muchos accesos de sus oficinas públicas.

Por encima de ministros, de funcionarios de primer orden y de grandes capataces del gobierno, Vélez García es el hombre público del año en Colombia. Es quien merece el Nobel colombiano de la incorruptibilidad. Como lo advirtió en alguna ocasión El Nuevo Siglo, es un hombre pantalonudo. ¡Loor a su tarea de lapidar a los inescrupulosos!