Rodolfo Correa

 

La participación política es un espacio de acción y de expresión de los ciudadanos, que tiene que ver tanto con la inserción de los individuos en el ámbito político, como con la producción de lo político y con  los significados de lo político.

 

La participación de los individuos en el sistema democrático no se limita a las vías institucionales del sistema. Esta da cabida a movimientos de protesta social, iniciativas ciudadanas, a organizaciones no gubernamentales. Todo ello dependiendo, en últimas, de lo que se denomina cultura política.

 

La cultura política es, entonces, la orientación que los miembros del sistema político desarrollan hacia ellos mismos como participes del proceso político, así como hacia algunos elementos que componen dicho sistema (partidos, grupos de Interés, etc.)  

 

Existen varios tipos cultura política: parroquial, de súbdito y participante, según Almond y Verba.

 

 En la cultura política parroquial, los individuos no tienen excesiva conciencia del sistema político en el que están inmersos y, por tanto, su participación es insignificante. 

 

La cultura política de súbdito, plantea la existencia de relaciones pasivas en las que se muestra un particular interés hacia los productos políticos del sistema, pero no hacia su elaboración. El ciudadano vota, consume el producto político, pero no se interesa en su construcción, pues hay dependencia de un líder autoritario.

 

 Finalmente, la cultura política  participativa está caracterizada por un alto grado de civismo. Existe articulación entre los ciudadanos y el sistema de elaboración de políticas públicas. Se favorece la consolidación democrática. Hay desarrollo concreto de la cultura cívica. Y, en términos sustantivos, se da pleno desarrollo a la ciudadanía. Esta última, se refiere a la conciencia de pertenencia a una democracia, es decir, al status de miembro de una determinada comunidad política, con derechos y deberes definidos.  

 

Evidentemente, si se desarrollase cabalmente la denominada ciudadanía liberal, en la que los ciudadanos disfrutan de «libertades básicas iguales», de igualdad de oportunidades, y de una serie de bienes primarios -ingresos y riqueza- distribuidos  de manera estratégica para que cada ciudadano pueda desarrollar su plan de vida, estamos seguros de que estas condiciones llevarían a todo ciudadano o ciudadana a  comportarse cívicamente, a ser tolerante, equitativo y a cooperar  a lo largo de toda su vida en una  sociedad bien ordenada, de tal manera que cuando deciden o votan cuestiones políticas fundamentales, siempre habrán de decidir teniendo en cuenta que sus posturas han de ser razonables y, además, con las que toda otra persona libre e igual puede concordar. 

 

Es hora de construir cultura política participante.