Jaime Jaramillo Panesso

Por: Jaime Jaramillo Panesso

Cuando los verdaderos delincuentes son candidatos a la protección presidencial mediante los acuerdos de La Habana. Mientras la guerrilla sigue actuando con minas quiebrapatas y secuestrando, como el Eln, y los miembros del “Estado Mayor” de las Farc esconden enormes cantidades de dinero y propiedades raíces, inversiones en otros países, bajo un secreto que cobija a sus testaferros. Mientras la economía endurece su castigo a las clases medias y populares con la inflación y el desempleo. Mientras el régimen juega sus cartas a la sustitución de la Carta Magna para armar la carpa circense de una paz infestada de incertidumbre y capitulaciones, la mano negra de unos conjurados sistemáticos, la celada de los enmascarados como una logia vaticana, se dedican a buscar la caída de Álvaro Uribe.

La última artimaña es la acusación de haber dado muerte a Pedro Juan Moreno, mediante un accidente de un helicóptero cuando se trasladaba a Urabá en una campaña electoral en la cual aspiraba a ser senador. Pedro Juan Moreno fue Secretario de Gobierno durante la etapa de Uribe como Gobernador de Antioquia. Pedro Juan Moreno era una persona de un carácter fuerte que estampó su huella en la lucha contra las Farc y el Eln. Uno de sus éxitos fue la captura de La pareja alemana los Mauss, piratas internacionales que negociaban los secuestros de sus coterráneos con el Eln, guerrilla que les proporcionaba ganar altas comisiones por su gestión ante las compañías aseguradoras de su país. Moreno era un hombre pudiente, que no tenía por qué aceptar el cargo de Secretario de Gobierno, cargo peligroso que se ganó el odio de los guerrilleros y de la delincuencia común por su personalidad temeraria en cumplimiento de sus deberes legales y administrativos. No obstante sus posiciones y obligaciones como funcionario, fue  de gran apoyo a la Comisión Facilitadora de Paz, creada por Uribe con el  beneplácito y acompañamiento del Gobierno nacional y que presidió el Obispo de Apartadó, Monseñor Isaías Duarte Cancino, asesinado después por las Farc, cuando ejercía en la Diócesis de Cali. Como también fue miembro de esa Comisión el exministro de Defensa, Gilberto Echeverri, también asesinado por las Farc.

Cada cierto tiempo concertado por sus enemigos políticos, Uribe es el blanco de calumnias y atrocidades que pretenden borrarlo de la tierra y de la historia. Con ello lo desgastan y le quitan espacio para dedicarse a lo que más le gusta: el debate con argumentos y la docencia organizativa de su partido, el Centro Democrático. Ya no le queda tiempo ni siquiera para montar a caballo por tener que defenderse en las oficinas a donde lo citan sus perseguidores.

Claro es para el país, que sus enemigos no montan en caballos de paso fino colombiano, sino en automóviles de 180 caballos de fuerza carburante. La extrema izquierda no le perdona sus vigorosos esfuerzos por reducir la violencia de quienes la ordenan “desde las montañas de Colombia, como suelen firmar los “camaradas comandantes”. La plutocracia bogotana tampoco le perdona a ese montañero, haber llegado al Casa de Nariño sin su permiso y sin las loas de la social bacanería de los intelectuales capitalinos.

Habrá más sindicaciones para Uribe y sus compañeros de la que fue su administración, como habrá cárcel para quienes aparezcan como sus candidatos presumibles. Tal es el caso de Luis Alfredo Ramos.   Si este país sigue aplicando a la oposición el método de derramar brea sobre los contradictores, al son de los altos heliotropos de la social carnicería, tal como lo hace en tiempos de negociación con los presuntos sublevados, ¡qué no pasará cuando unos y otros, palaciegos y desmovilizados, anden montados en los 180 caballos de acero!